Estanque. Parte I

De todos es bien sabido que los jubilados tenemos una gran oferta de tiempo libre que nos permite acceder a entretenimientos otrora impensados y, este fue – y sigue siendo – el caso de un estanque que, un buen día,  mi mujer y yo decidimos hacer realidad. Aprovechare ahora este mismo tiempo libre para explicar cómo, aquel día, construimos entre ella y yo un estanque de jardín. Naturalmente, la explicación que sigue solo está referida al estanque que ideamos, proyectamos, construimos y adornamos, por lo que dejo a la imaginación de quien quiera “poner un estanque en su vida”, todas las variantes que en él quiera introducir.

Adelanto ya que antes de que vislumbráramos la idea del estanque no teníamos sobre él ni la menor idea y, si hoy es una realidad, se debe casi exclusivamente a las horas de aprendizaje adquirido gracias a las páginas que visité en Internet.

Como primer paso, elegimos el sitio para instalar el estanque, elección que debimos hacer – pero no hicimos – sobre la base de que fuera bastante sombrío, pues el sol facilita la formación de algas y, además, alejado de árboles y arbustos, sobre todo aquellos de hoja caduca, pues de lo contrario nos obliga a limpiar las hojas que caen en él con más frecuencia de la deseada. Como digo, nuestro estanque no cumple ni uno ni otro de estos condicionantes básicos, pues, tanto a mi mujer como a mí, no nos ha gustado nunca talar árboles y el terreno donde lo instalamos carece de la sombra apropiada.

Además de elegir el sitio para su instalación, también determinamos las dimensiones máximas del estanque, de las que nos valimos para definir su contorno; definición en la que cada cual, puede hacer todo el derroche de imaginación que quiera. Para este cometido hemos utilizado un programa de diseño por ordenador, mediante el que trazamos la planta del terreno, el contorno del estanque y su ubicación en aquel, tal como se ve en la Fig. 1ª y 1b.


Planta del terreno

Fig. 1a

Contorno del estanque

Fig. 1b

Una vez que definimos el contorno del estanque, determinamos también su profundidad máxima y su perfil de fondo, aunque confieso que este último lo decidimos durante su excavación, o sea “sobre la marcha”, pero no así en lo que a la profundidad se refiere, pues a ella dedicamos una atención especial dado que es clave para la supervivencia de los peces en invierno, cuando las bajas temperaturas congelan la superficie del agua del estanque. Es obvio que cuando la temperatura alcanza los 0 ºC o menos, el agua se congela, progresando esta congelación a medida que la temperatura baja y el tiempo de permanencia en ella aumenta, hasta el extremo de poder llegar a solidificarse todo su volumen. Este lento pero inexorable proceso va provocando una disminución progresiva del volumen de agua en estado líquido y, en consecuencia, también la cantidad de oxigeno disuelto en ella, con las consecuencias para los peces que no creo necesario explicar. Aclarado este importante aspecto de todo estanque, es evidente que la climatología del lugar donde se instale, determinara la profundidad que deba tener, lo que se traduce en: a menor temperatura y mayor tiempo de exposición a ella, mayor profundidad. Concretamente, nuestro estanque está instalado en Gallur, provincia de Zaragoza, y tiene una profundidad de 700 mm, aunque hoy creemos que podría ser menor, dados los benignos inviernos habidos desde su instalación.

Definido el contorno, profundidad y perfil de fondo del estanque, consideramos conveniente estimar – aunque solo fue de forma grosera, pero generosa – su volumen de agua, dato imprescindible para definir el tamaño de la bomba y de los filtros que formaran parte del sistema de regeneración del agua.

Con los datos extraídos del ordenador, procedimos a trazar el contorno del estanque sobre la hierba del jardín, valiéndonos para ello de harina – producto que no daña la hierba –; seguidamente clavamos sobre ella una manguera de riego para lograr un marcado duradero, que la harina no ofrece. Hecho esto, empezó para nosotros el trabajo menos agradable, o sea, excavar y extraer las interminables treinta carretillas de tierra que, obviamente, nos tomamos con toda la calma del mundo (ver Fig. 2).

 

Fig. 2

Perfil aproximado del fondo tomado por la línea central de su longitud máxima

Fig. 3

Tras alcanzar el perfil de fondo del estanque – muy parecido al mostrado en la Fig. 3 – procedimos a preparar el alojamiento de su coronación, a alisar lo máximo posible su superficie y a eliminar todas las pequeñas piedras y aristas que pudieran dañar la lámina de PVC cuya colocación explicaremos seguidamente; finalizado lo cual recubrimos con arena fina toda la superficie así excavada y acondicionada (ver Fig. 4), con lo que así quedó todo listo para la instalación de la lámina mencionada.

Esta lámina de PVC de 5.000 x 4.000 x 0.5 mm – comprada en una tienda especializada – la dimensionamos sobre la base de que recubriera holgadamente toda la superficie sumergida del estanque, incluyendo su coronación, más un sobrante adicional de unos 500 mm en todo su contorno, y la colocamos, más o menos centrada, sobre la coronación del estanque; también le pusimos unas piedras sobre sus bordes con la sola finalidad de mantenerla tersa durante todo el proceso de su adaptación a la excavación (ver Fig. 5). Seguidamente, vertimos agua sobre ella para que su peso fuera acoplando paulatinamente la lámina sobre las paredes y fondo de la excavación (ver Fig. 6), hasta finalizar su llenado. En esta situación, retiramos todas las piedras, recortamos algo la lámina de PVC para aproximarla a la forma del estanque y colocamos una cinta adhesiva blanca al ras del agua para vigilar durante dos días si se producía alguna disminución anormal de su nivel, circunstancia que puede producirse a causa de un posible daño de fabricación  o manipulación de la lámina de PVC; afortunadamente no tuvimos ningún contratiempo relacionado con esta cuestión, lo que nos hubiera obligado a vaciar el agua, revisar concienzudamente la lámina y reparar su(s) desperfecto(s).

 

Fig. 4

 

Fig. 5

 

Fig. 6

 

Fig. 7

La operación siguiente consistió en colocar la coronación del estanque, que nosotros hicimos con cantos rodados, aunque, también aquí, cada uno puede hacer el derroche de imaginación que quiera. Finalizada esta etapa y utilizando algo parecido a una manga pastelera, inyectamos cemento entre todos los huecos de los cantos rodados, con objeto de dar a la coronación una gran solidez, rematando esta operación con una cuidadosa adición de gravilla para ocultar el cemento, hecho lo cual, recortamos el sobrante de la lámina y comenzamos la decoración del estanque, aunque esto último lo hicimos provisionalmente con el único objeto de matar el gusanillo (ver Figs. 8).

 
 
 

Figs. 8

Llegados hasta aquí, nos introdujimos en la parte más técnica del proyecto, que no fue otra que la instalación de la bomba, filtros y tuberías; pero antes de meternos en esta cuestión, debemos decir que, para este estanque de 1.200 l de agua, compramos una bomba Tetra modelo FPX 2000, un filtro biológico Tetra PF 4000 y otro filtro ultravioleta Tetra UV 3000. Trazamos todos los componentes en el ordenador, colocando ambos filtros, la acometida eléctrica de la bomba y la caja de conexiones eléctricas, dentro de un compartimiento hecho con un contenedor de plástico de unos 75 l. – usado normalmente para el envasado de encurtidos – que utilizamos como caseta de control del estanque, a la que interiormente le pegamos con cola blanca un revestimiento para aislamiento térmico hecho con lámina de poliespan de 50 mm de espesor. Instalamos de esta manera todos los componentes, interconectándolos con tubos de polietileno de diámetro 25 y con tubo de plástico transparente de tamaño equivalente (ver Fig. 9ª y 9b). Queremos hacer notar que normalmente las bombas están diseñadas para funcionar apoyadas en el fondo del estanque aunque en zonas de poca profundidad, pero nosotros decidimos situarla en su lugar más profundo, lo que nos obligó a construirle un soporte hecho con tubos de PVC, que son los de color gris que se ven en la Fig. 10.

 

Fig. 9a

 

Fig. 9b

 

Fig. 10

 

Fig. 11

Tras realizar la conexión eléctrica ¡por fin funcionó todo! como se ve en la Fig. 11, en la que también se aprecia el depósito de plástico que utilizamos como caseta de control.

Con el tiempo, mi mujer ha adornado el estanque de forma magnífica, además le hemos modificado algunas cosas que no funcionaron adecuadamente, dotándolo también de automatismos relacionados con los peces y con un funcionamiento libre de nuestra dependencia, pero también nos ha hecho pasar por multitud de vicisitudes durante sus cinco años de operación, no obstante, la más entrañable de todas ellas fue la vez que mi mujer y yo descubrimos los primeros alevines nacidos en él; pero esa es otra historia que probablemente contaré en otro momento.

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