Poco tiempo después de mi ingreso en el pelotón de los jubilados, uno de los ya varios profesionales que velan por mi salud me comentó que sería muy positivo una caminata de una hora diaria, como mínimo. A bote pronto, aquella recomendación me pareció algo surrealista pues, hasta aquel día, nunca había sido yo un miembro del club de los “gastasuelas”, no obstante, a partir de aquel momento, comencé a valorar la posibilidad de ingresar en tan selecto club. Así pues, inicié a practicar a diario mis caminatas – admito que con muy poca fe – con el objetivo principal de adquirir el hábito de hacerlo, algo que he logrado con algún esfuerzo y una cierta dosis de satisfacción. Sigue leyendo Belleza ignorada