A punto de finalizar el verano 2016, una típica y tópica molestia, pero persistente en el tiempo, me aconsejo acudir a la consulta de mi lugar de estancia estival. Tras entrar en la consulta, saludar, presentarme y, mientras el galeno consultaba y tecleaba el ordenador, aproveché para valorar su distante comportamiento y sus cortantes silencios, lo que no me impidió recordar que el personaje ya me había atendido en otra dos oportunidades, de las que había salido con ciertas reservas a causa de su ya mencionado singular comportamiento.
El galeno inició su intervención reprochándonos a mí mujer (que me acompañaba) y a mí – con más vehemencia de la aconsejada por las buenas maneras – que no hubiéramos hecho cierta gestión de carácter administrativo que, según él, nos había dicho que hiciéramos, en consultas anteriores. ¿?. Finalizados los reproches, a los que respondimos con silencio, inició la exploración de mi área molesta, valiéndose de un depresor de madera.