A comienzos del verano 2012, un fuerte pedrisco me dejó el coche con más cráteres que la Luna. Dos años después, y dándose unas circunstancias atmosféricas iguales a las que provocaron el pedrisco, decidí cubrir el coche con mantas para amortiguar, en la medida de lo posible, su efecto sobre él; finalmente, no se produjo el temible pedrisco, pero sí una fenomenal descarga de agua que, obviamente, empapó las mantas. Pasaron algunos días hasta que le retiré las mantas al coche y, durante este periodo de tiempo, se produjeron las típicas temperaturas estivales que, combinadas con el agua de las mantas, provocaron amplias áreas de desprendimiento del barniz de la pintura del coche; no es difícil imaginar el resultado de la combinación de los cráteres y el barniz desprendido de la pintura. El coche se encontraba en perfectas condiciones de operatividad, pero ya frisaba los dieciséis años y la opción de substituirlo por otro se impuso a la de reparar.
De modo que, para evitar otro desaguisado, decidí poner al nuevo coche bajo una cochera de jardín durante el anual periodo de tiempo bonancible que paso fuera de mi residencia habitual. Así pues, lo que sigue, es la descripción de la construcción de la cochera de jardín que adquirí para proteger el coche.
Adquirí la cochera en un comercio del ramo y, básicamente, consiste en una estructura atornillada de madera de pino tratada contra la intemperie y, formada por seis apoyos al suelo que soportan la techumbre y el tejado hecho en policarbonato de color verde (ver Fig. 1). Para una mejor comprensión del dibujo, no he dibujado las seis placas de policarbonato que cubren toda la techumbre.
Fig. 1