Modelismo naval: construcción del modelo Copa del América “Loteta”. Parte VIII

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http://ganandobarlovento.es/construccion-del-modelo-copa-del-america-loteta-parte-vii/
Sobrepasado el invierno 2014-2015, volví de nuevo a retomar la construcción del bulbo del Loteta que, como recordara quien haya seguido esta descripción, no culminé la temporada pasada con el éxito que esperaba. A consecuencia de ello, decidí abordar el problema introduciendo algunos cambios en ciertas etapas del proceso de fundición, concretamente en el modelo y en el molde; de modo que al modelo le añadí una pequeña parte de lo que, en su momento, serviría para la formación del encastre de la orza en el bulbo, además de otro aditamento que serviría también para la formación del alojamiento de la tuerca que sujeta el bulbo a la orza. Ambos añadidos son visibles en la Fig. 64: la parte alta del bulbo, es el añadido para el alojamiento de la orza; la parte baja, es el correspondiente para el alojamiento de la tuerca.

fig 64

Fig. 64

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Paradojas

– Tras algunas fiestas, celebraciones, saraos, botellones, etc. ¿Cómo puede decir alguien «lo he pasado súper bien», pese a haber estado al borde del coma etílico o en él mismísimo coma?
– Pregunta: ¿Cómo lo habéis pasado anoche? Respuesta: Muy bien, nos acostamos a las siete de la mañana… ¡Incomprensible!
– Quiénes pagan precios exorbitantes a cambio de prendas que, encima, exhiben nombres y logotipos de empresas ¿han pensado lo que hacen? pues, les guste o no, actúan gratuitamente como personas anuncio.
– ¿Qué beneficio obtienen las personas que dedican gran parte de su tiempo a enterarse de la vida de otras – a las que algunos llaman famosas -, desinteresándose de lo que les afecta a su propia vida? ¿se les ha ocurrido pensar en los beneficios que obtienen esos famosillos de tres al cuarto, gracias a las multitudes que se comportan como ellas?
– ¿Porqué cualquier cantamañanas cree saber más de futbol que quienes ejercen de entrenador y seleccionador de este mismo deporte?

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El sátrapa de “la” Nohtlaw

Por aquel entonces, la empresa tenía un tamaño equiparable a sus modestos medios técnicos, a su escaso nivel tecnológico y a una deficiente formación de personal, aunque su voluntarista dueño y, por entonces, director creía que era el «no va más». Por razones que solo él conocía, y para alimento de su soberbia, la empresa se vio agraciada con un jugoso contrato para el que no estaba mínimamente preparada, por lo que se vio obligado a contratar profesionales capaces de sacar adelante aquel contrato-atolladero en el que él la había metido.
Sin contar con los recursos técnicos, materiales y humanos suficientes, pero realizando un enorme esfuerzo personal y profesional, algunos de aquellos contratados lograron culminar aquél espléndido pedido, catapultando a la empresa hasta un ranking jamás imaginado por su voluntarista dueño, que lo convirtió, a su vez, en una verdadera institución en su sector industrial y estrella del empresariado (patronal, en el argot actual). Tan inesperado y súbito éxito, lo fue poco a poco desconectando de la realidad de “la” Nohtlaw, y a conceder crédito a los cantos de sirena de un maligno chiquito que, sorprendentemente, lo llevaron a prescindir de los artífices de aquel éxito y a colocar al maligno al frente de su empresa. Semejante decisión le iba a costar, pasado el tiempo, la pérdida de “la” Nohtlaw y probablemente el prematuro final de su propia vida.
La modulación de aquellos cantos de sirena fueron cambiando a medida que el maligno chiquito incrementaba su poder y escalaba puestos en “la” Nohtlaw, a base de “cortar la cabeza” – siempre con la ayuda de su dueño y director – a quienes se interponían en su camino, procedimiento éste para el que contó siempre con la ayuda de su camarilla y que practicó, con endiablada habilidad, en bastantes ocasiones; cierto es que en esta actividad nunca demostró ser un innovador, pues su método era tan viejo como todo lo humano.
Como queda dicho, el endiablado chiquito se rodeó de una camarilla elegida entre «lo más granado» de “la” Nohtlaw, a la que, como era de esperar, trataba con cierta deferencia – incluyendo sueldos que, en algunos casos, llegaron a superar al de empleados de responsabilidad mucho mayor -, a cambio de que le contaran todo lo divino y lo humano ocurrido en la empresa, pero especialmente de cuanto tuviera que ver con la vida de trabajo y privada de las personas que trabajaban en ella, especialmente de aquellas que él había situado en su punto de mira y que, “casualmente”, siempre eran quienes no le hacían la pelota, pero trabajaban de forma excelente, cualidad ésta, que nunca fue capaz de valorar en su justa medida.

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