Viejo y jubilado… ¡malo!

Desde que la sociedad en la que vivo decidió poner punto final a mi etapa como persona que tiene un trabajo retribuido, me he dedicado, de lleno, a tratar de entender su funcionamiento, especialmente en lo que se refiere a la legislación que lo regula; de modo que hoy me considero integrado en ese club de los que nos gusta ir documentados por el mundo y, sobre todo, con criterio propio – naturalmente, puedo equivocarme, soy humano -, pero, rara vez, hago o digo algo que pueda tener alguna trascendencia sin haber sopesado antes sus posibles consecuencias.

No siempre aprecio esta actitud en las generaciones jóvenes, pues, una y otra vez, dan la imagen de conceder únicamente crédito a sus iguales, a la vez que, de forma un tanto despótica, ningunean la experiencia y conocimientos de sus mayores pues, a causa de sus prisas por llegar a no se sabe dónde y sus limitados conocimientos extra tecnológicos, se precipitan tomando decisiones, que, de vez en cuando, les reporta algún que otro disgustillo. Aunque se beneficien de ellos, tampoco saben reconocer los aciertos de los viejos. Parece que abordan su vida sin tiempo para dedicarse a otra cosa que no sea aprender y practicar las últimas tecnologías que prefiero no mencionar, solo sea por una vez.

Creo que deben ser legión quienes participan en eso que ha dado en llamarse redes sociales que, lejos de unir a los individuos, los ha separado. ¿Quién no ha visto a varios jóvenes reunidos sin hablar entre ellos, pero todos “enchufados” al móvil? Me produce gran tristeza ver algo así, y creo que sus negativas consecuencias deberían animar a los expertos en la cuestión a alertar a los poderes públicos sobre su maleficencia. Serán pocos los jóvenes de hoy que hayan leído más de media docena de libros, algunos de lectura fundamental, pues esos mal utilizados móviles los aísla de tal manera que les hace creer, para mayor inri, que la verdadera cultura y conocimiento la poseen cuando, con gran ardor, los empuñan, animándolos, además, a minusvalorar a quienes no participamos en ese rito. En los años que tengo, jamás he visto tantas faltas de ortografía en personas con título superior o medio, basta con leer los periódicos para comprobarlo; tantos textos incorrectamente redactados que solo son comprensibles para ese grupo de analfabetos que, encima, alardean de no saben qué; ignorancia absoluta de la historia de España y menos aún de la de otros países; desconocimiento de la geografía de su país; incapacidad para distinguir el gótico del barroco; y prefiero no entrar en cultura musical porque, en términos generales, la música de hoy no pasa de ser un ruido informático atiborrado de mucha furrufalla de luces ¿Dónde está la rebeldía de la que históricamente siempre han hecho gala los jóvenes? ¿Tanto les está afectando el uso masivo del móvil que les incapacita para pensar independientemente de los demás y tomar como correcto patrón de vida los ladinos mensajes que reciben a través de él, y que, encima, tildan de “sistema” a admirar e imitar?

Estoy a favor del avance tecnológico; con lo que nunca estaré de acuerdo es con la utilización de tanta tecnología para abusar o laminar el libre pensamiento de las personas pues, lamentablemente, he sido testigo de críticas a viejos por el simple hecho de estar en desacuerdo con ciertas prácticas comerciales actuales, o por su frontal oposición a este atroz método «Para hablar con fulanito, pulse uno; con citanito, pulse dos… Todos nuestros operadores están ahora ocupados, permanezca atento, gracias»; estado en que los segundos dan paso a los minutos, estos a las horas y es grande la suerte si algún humano atiende tu llamada. Para su vergüenza, esta inhumana práctica también la utiliza la administración pública contra sus mal administrados. Pongo solo un par de ejemplos, pero, desgraciadamente, hay muchos más que utilizan las últimas tecnologías como burladero y siempre en contra del ciudadano, especialmente contra los que ya nos ha pillado «talluditos» para asimilarlas.

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El legendario pesquero del Cantábrico

Con el nombre genérico de pesquero del Cantábrico, se conoce a un conjunto de embarcaciones construidas en madera que, durante gran parte del siglo XX, fueron dedicadas a las faenas pesca en la práctica totalidad del litoral cantábrico español. Embarcaciones de este tipo fueron construidas en diferentes dimensiones, aunque las relaciones entre sus dimensiones principales se mantuvieron en el entorno de las siguientes:

Eslora total/Manga=3.5          Manga/Puntal=2.5

Por lo demás, deseo decir que eran unas embarcaciones de gran estética naval, enormemente marineras, dotados de fuerte arrufo y brusca, características estas muy apropiadas para desalojar el agua embarcada a causa de los embates del frecuentemente embravecido Cantábrico. La fotografía 1 muestra una embarcación que responde a estas características.

1

Hecha la escueta presentación de este tipo de barco, paso ahora a describir el proceso de elección, diseño y construcción de uno de sus modelos RC:

  1. Para hacer este modelo, elegí un tipo de barco que considero icónico dentro de las embarcaciones de pesca.
  2. Naturalmente, lo ideal para hacer un modelo, de este o de cualquier otro barco, sería disponer de su plano de formas y el de su disposición general, pero esto solo es posible si el astillero constructor o el proyectista los pone al alcance del modelista, algo que nunca he conseguido.
  3. Para definir las formas de su casco, busqué en internet imágenes de planos de formas correspondientes a este tipo de pesquero, y elegí el que me pareció más característico: el de uno llamado Miramar (imagen 2, lamento no haber anotado su URL).
2

4. Copié la imagen del plano del Miramar en el área de trazado del programa CAD que utilizo para diseño, y calqué, en color rojo, algunas de sus líneas. Esta operación es visible en la imagen 3.

3

Hago notar que las líneas rojas y negras no coinciden en todos los casos; tampoco están a la misma distancia, ni perfectamente paralelas entre sí, como como debería ocurrir en el caso de las líneas verticales y las horizontales perpendiculares a ellas. Esto es algo normal producido por el proceso de obtención de la imagen y, sobre todo, cuando ha sido el resultado de una cadena de copias. La utilización de estas imágenes para hacer las distintas piezas del modelo, sin antes comprobar su fidelidad de trazado, acarrea el gran riesgo de obtener forrados muy irregulares, que provocarán, sí o sí, la necesidad de emplastecer y generosos tiempos de lijado, prácticas tan poco recomendables como extendidas entre muchos modelistas navales.

Antes de continuar, diré que todo el diseño del modelo está hecho en diédrica (mejor debería decirse “triédrica”), también conocida como geometría descriptiva, un tipo de representación extensivamente utilizada en diseño naval.

5. Tras el proceso anterior, se obtiene un plano vectorial al que se le puede modificar (editar) cualquier característica; tal es la siguiente imagen 4, copia de la parte roja de la anterior:

4

6. El paso siguiente consiste en colocar el trazado de la parte inferior derecha a la misma altura del trazado de su parte superior, sin más que situar sus líneas horizontales como prolongación unas de otras, además de añadir las líneas verticales que faltan, tal como se ve en la imagen 5, a la que se han añadido las letras «A», «P» y «CC», iniciales con las que identifico los nombres de las tres representaciones que forman el plano de formas de cualquier embarcación, «alzado», «planta» y «caja de cuadernas» (perfil), respectivamente.

5

La imagen 6 es idéntica a la anterior excepto que se ha cambiado el color de algunas líneas, se han añadido otras verticales, y también se le ha puesto nombre a las más significativas.

6

7. El plano así obtenido, lo escalé para que tenga una eslora total de 1060 mm. Ahora empieza lo que antes se llamaba corrección de líneas; digo esto, porque dudo si aún se seguirá haciendo de la manera que explicaré, dada la fulgurante y merecida irrupción de los programas informáticos en el diseño naval. Y… ¿qué es eso de la corrección de líneas? Para explicarlo recurriré a la imagen 7, un fragmento del plano anterior. En él, he señalado con una X (en «A», «P» y «CC») el punto de corte de la cuaderna 8 (de color verde) con el canto superior de la amurada; si el plano copiado estuviera perfectamente hecho, la altura de este punto sobre la línea base debería de ser idéntica en «A» y en «CC», sin embargo no es así, pues en el primero es de 202.73 mm y en el segundo 200.32 mm, lo que obliga a modificar la altura que el punto tiene en «A», la que tiene en «CC», o en ambas, pero siguiendo a rajatabla este criterio: las alturas finales serán idénticas y si para ello se modifica la posición de la línea de la cuaderna o la del canto superior de la amurada, o ambas, no deben formarse en ellas ondulaciones anormales, tal como se aprecia en la parte alta de la cuaderna 8 de la imagen 7a. Lo dicho para la altura es exactamente lo mismo que para la semimanga (anchura), pues en «P» tiene 149.87 mm y en «CC» 145.73, lo cual es inadmisible que requerirá corrección de líneas, exactamente igual a lo explicado en el caso de las alturas.

7
7A

8. Todos los puntos de cruce de cuadernas con líneas de agua, cubierta al costado, borde superior de la amurada, o cualquier otro, deberán cumplir inexorablemente las condiciones de igualdad de alturas y de semimangas, según lo antes explicado. Naturalmente esto requiere algo de paciencia, y cierta experiencia, pero ¿quién aprende a andar en bici sin subirse a ella?

9. Hecho lo explicado hasta aquí, se obtiene el plano de formas del modelo, tal como muestra la imagen 8.

8

10. El anterior es un plano básico y fundamental para diseñar cualquier pieza constitutiva del casco; tal es el caso de su anillo longitudinal en el que se encajarán las cuadernas (las numeradas en la imagen 9), tubo de bocina (alojamiento del eje de la hélice), limera de la mecha del timón. Este anillo se compone de varias piezas hechas con listones de madera de 27 x 9 mm, cuyo despiece es visible en la imagen 10. Ni que decir tiene que este diseño es una de las varias soluciones posibles.

9
10

11. Antes de insertar las cuadernas, se recortará el anillo como muestra la imagen 11, además de instalarle el tubo de bocina y de limera. Las zonas marcadas en gris son los sobrantes que será necesario eliminar después de forrar el modelo.

11

12. Naturalmente, las cuadernas también se obtienen del plano de formas. De ellas, la nº 3.5 y la 5 son las mostradas en las imágenes 12 y 13.

12
13

13. Las imágenes 14, 15 y 16 muestran el anillo longitudinal, sin y con las cuadernas instaladas, y los tubos de bocina y de limera, así como una fotografía real del conjunto.

14
15
16

14. Las tapas de regala también se obtienen del plano de formas, salvo que, al no ser planas, es necesario previamente trazar su desarrollo sobre un plano, tal como se ve en la imagen 17.

17

15. Conviene ahora instalarle al modelo sus tapas de regala (babor y estribor) para prevenir la rotura de cualquiera de los barraganetes durante las manipulaciones a que se someterá durante su forrado (ver imagen 18). Las tapas de regala se recortarán con sobrantes con objeto de acabarlas después de forrado el modelo.

18

16. Al igual que las piezas anteriores, también el trancanil se obtiene del plano de formas, aunque, también éste, necesita desarrollarse sobre un plano, tal como se ve en la imagen 19.

19

17. Regala y trancanil, además de la función antes señalada para el primero, también tienen asumida la de mantener los planos de las cuadernas perfectamente perpendiculares al plano del anillo longitudinal durante el proceso de forrado del modelo. La imagen 20 muestra toda la estructura fundamental del modelo, de la que únicamente falta el forro y las brazolas de las escotillas.

20

18. La fotografía 21 es una imagen real del modelo con su casco ya forrado y la cubierta idéntica a la imagen 20.

21

19. La imagen 22 muestra, ya montadas, las brazolas de las escotillas y, concretamente, en la central es visible que los tramos de bao de las cuadernas y el tramo del anillo longitudinal existentes en el hueco de la escotilla, han sido eliminados. Las brazolas pueden montarse, antes o después de forrar la cubierta del modelo, a gusto del modelista, aunque hacerlo después tiene la ventaja de una perfecta alineación de tracas y de un lijado más cómodo de la cubierta, tras el forrado. Este modelo ha seguido la última modalidad.

22

20. La imagen 23 muestra la forma de montar las brazolas de ambas escotillas.

23

21. El siguiente paso consiste en instalar el forro exterior y el de cubierta del modelo. Las imágenes 24 y 25 muestran un fragmento de popa del forro exterior del modelo próximo a su finalización, y un momento del forrado de su cubierta.

24
25
  • 22. Finalizado el forrado, se lijarán todas sus superficies y se recortarán los sobrantes del anillo longitudinal y tapas de regala, tal como muestra la fotografía 26, en la que, cuando fue tomada el año 2003, ya tenía instalado el cintón, las sobretapas de regala de proa y popa, perforados los imbornales, barnizado interior y exteriormente, y construida la superestructura.

Casi siempre he hecho mis modelos con tracas de contrachapado, pero creo que es mejor hacerlas de madera maciza, especialmente si el modelo únicamente se barniza, aunque no sea este el caso de este modelo, pues, posteriormente, fue pintado como muestra la fotografía 27.

26
27

23. Las imágenes 28 y 29, muestran, finalmente, dos momentos de la construcción de la superestructura, una en diseño 3D y la otra real.

28
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Felón en empresa de relumbrón

Deambulando por casa, tropecé casualmente con una carpeta cuyo contenido era el de la imagen de abajo. Una rápida ojeada me transportó a una parte de mi vida que, hace tiempo, decidí enterrar en el olvido por pura profilaxis mental. Inevitablemente, acudieron a mi mente hechos vividos muy relacionados con un maléfico personaje – de cuyo nombre no quiero acordarme – que, a buen seguro, ya habrá olvidado, pues pertenece a ese tipo de persona ahíta de ambición, ególatra empedernido, felón de vocación, trepa impenitente, y ayuno de buena conciencia.

En aquella reunión te proclamaron «Führer» de la empresa, para desgracia de ella, su dueño e hijos, y la mayor parte del personal. Aprovechando la ocasión, el ofuscado dueño enumeró las pautas que en adelante seguiría su empresa – un conjunto de disparates que, el tiempo, no tardó en corroborar -, a las que tú dijiste amen y el propietario “adornó” con esta injusta y dictatorial frase «el que esté de acuerdo, que se quede, el que no, ahí tiene la puerta». Tantos disparates y omitidos agradecimientos por los éxitos logrados hasta entonces por la empresa – que no por ti -, me hicieron valorar seriamente la posibilidad marcharme de aquel gallinero en el que parecía iba a convertirse, pero dejarme caer al vacío nunca lo consideré una opción, y tampoco percibí grandes posibilidades de encontrar nuevo empleo, por lo que, muy a mí pesar, decidí continuar. Un error de malas consecuencias.

Al convertirte en «Führer» – cargo que lograste dando rienda suelta a tus malas artes – la empresa estaba en una situación económica boyante y con un prestigio ganado gracias al esfuerzo de dos personas que se vieron obligadas a dejarla a causa de tus ponzoñosos manejos. Su dueño, bajo los efectos de tu abducción, lejos de atribuirle el éxito a esos dos artífices, te lo imputó a ti, algo en lo que se iría reafirmando a medida que la empresa, empujada por vientos favorables – que no por tú gestión – iba creciendo, lo que le permitió crear otras dos, y vaya Vd. a saber cuántas otras cosas más.

Como «Führer», te estrenaste conmigo en una actuación que generó mi primer gran desencuentro contigo. Sabiendo la capacidad de decisión que el cargo te otorgaba, aquel aciago día, acudí a tu despacho para explicarte un problema sobrevenido y, a la vez, proponerte su solución; pero tu personalidad hecha a base de corto recorrido técnico, ambición desmedida y sin escrúpulos, hizo que ordenaras echarle tierra encima, que, naturalmente, echamos otros, no tú. Aquella decisión tuya y otras más que luego vendrían fueron, para la empresa, la viva imagen del dicho «pan para hoy, hambre para mañana», además de un espaldarazo a las pautas formuladas en la reunión que antes mencioné. Salí de tu despacho desalentado y abatido – era la primera vez, pero no sería la última – y, por eso, me pregunté ¿para qué voy a contarle otros problemas parecidos, cuando estos ocurran? El tiempo no hizo otra cosa que confirmar esa reflexión mía.

Como era de esperar, los vientos favorables para la empresa y para ti, poco a poco, perdieron fuerza, pero, ni tú como director, ni su dueño, os molestasteis en prepararla para afrontar los nuevos tiempos que se avecinaban, todo cuanto hiciste tú fue reorientar su plan comercial hacia mercados internacionales – mérito que te reconozco -, pero sin realizar inversión de ninguna clase, ni mucho menos reorganizar la empresa para afrontar los nuevos retos que el mercado internacional exigía.

En esto estaba la compañía cuando los hijos del dueño irrumpieron en ella – nunca supe sus funciones -, hecho que, aparentemente, no los colocó en tu punto de mira, aunque los pusiste bajo estrecha vigilancia pues, tu probada carrera de venenoso trepa ya te había enseñado a quien, cuando y como morder. En cualquier caso, dado el escaso caletre de aquellos advenedizos, nunca los vi ejercer como verdaderos enemigos tuyos, ni dieron el menor paso para cercenar tu ambición, bien es cierto que, al tratarse de herederos, el tiempo jugaba a su favor y en contra tuya, pues tú relación con ellos nunca fue todo lo satisfactoria que ellos, su padre y dueño de la empresa hubieran deseado.

Aquel estado de cosas te hizo pensar que, si los herederos asumían la propiedad de la empresa, tu carrera de tóxico trepa podía tener los días contados, situación que no estabas dispuesto a consentir tratándose de alguien que, como tú, ya estaba acostumbrado a ejercer de «Führer», de modo que pergeñaste un plan de acoso y derribo contra la empresa y su dueño, cuya culminación te llevaría bastante tiempo, compra de voluntades, practica de astucias varias, paciencia, grandes dosis de buena suerte, y todo ello amalgamado con tu probada zorrería en esas lides.

La mencionada bonanza económica de la empresa embelesó a su dueño, estado que aprovechaste para desconectarlo de ella, filtrándole únicamente la información que te interesaba a ti y ocultándole todo o parte de lo demás. Este estado de cosas influyó decisivamente en él, haciéndole pensar que tenía a supermán como director de su empresa, de la que, incluso, llegó a pensar que era un paradigma de modelo tecnológico. Algunos no percibíamos eso y cuando alguno le insinuó – sí, solo insinuar – que su director no era lo que él creía, simplemente se limitó a abroncarlo despiadadamente. Como tú bien sabes, pagó muy cara esa ofuscación que le inoculasteis tú y tu nutrido grupo de bien tratados y remunerados «corre ve y dile».

Ya era demasiado tarde cuando el dueño, tras salir de aquella ofuscación, quiso enderezar el mal rumbo de su empresa, pues, cuantas medidas tomó, solo demostraron que la desconocía completamente, a lo que se sumó que quienes podrían haberle ayudado en aquella tarea estaban abducidos o temerosos de ti. Algunos pensamos que la solución perfecta para la empresa era echarte de ella, pero, ignoro por qué, su dueño nunca se decidió a ello ¿Habíais firmado entre los dos algún documento o algo parecido que impedía tu despido? Francamente, cualquiera con un mínimo de sentido común lo hubiera pensado.

Como era previsible, aquellos intentos del dueño para levantar su empresa no fueron de tu agrado, por eso, y por otros inconfesables motivos tuyos, tomaste la decisión de arruinarla poco a poco, para lo que utilizaste sibilinos métodos consistentes, básicamente, en hacer que ciertas cosas fueran mal, pero culpando a otros de ello; una práctica que ladinamente implantaste, pero que, otra vez, ni el dueño ni sus hijos dieron síntomas de percibir. Naturalmente, los inculpados nunca fueron tus afectos y «corre ve y dile», y contra los demás – especialmente algunos – fue de tal magnitud tu venenoso comportamiento que serían incontables las noches de insomnio que provocaste, pues nos negaste personal y medios adecuados para desempeñar, con éxito, nuestro trabajo, además de impartir, a hurtadillas, instrucciones a tus “palmeros” para que los productos pudieran facturarse, aunque estuvieran mal – era lo más parecido a un sabotaje -.

El ya mencionado documento que sigue – paradigma de cinismo y repugnante regalo de Reyes -, pergeñado para disfrazar tus felonías, es el resultado de un comportamiento abyecto que, como el tuyo, culpa a los demás del chaparrón que, sobre la empresa caía, como consecuencia de tus clandestinos manejos y felón comportamiento con ella. Nada de él inspira sinceridad, las soluciones propuestas parecen más propias de Pepe Gotera y Otilio que las de alguien comprometido con una eficiente gestión y, por ello, no te atreviste a firmarlo. Con ese repugnante escrito ¿A quién trataste de engañar? ¿Al dueño? ¿A sus hijos? ¿Al primer fallido comprador de la empresa? ¿O a todos? A mí no, desde luego, bien es cierto que me produjo una gran vergüenza ajena pues, el autor de semejante libelo, era quien, supuestamente, dirigía una empresa poseedora de un certificado ISO 9001, de los de aquella época.

Como aclara tu cínico documento, los productos suministrados en condiciones deficientes terminaban creando duras protestas de los clientes, que, más pronto que tarde, me repercutían. Pese a ello, nunca trataste de ponerle remedio más allá de esa mamarrachada de Comunicación Interior, por lo que, muchas de aquellas protestas – de las que nunca me sentí culpable – me hicieron gran daño sicológico que, sin el menor escrúpulo amplificaste, además de llevarme varias veces y completamente desvalido a defender imposibles.

Eso sí, con gran maestría practicaste una compulsiva y endiablada manera de tirar la piedra y esconder la mano, y a quien te cantó las verdades – pocos, pero hubo – nunca sentiste la menor repugnancia al tildarlo corrosivamente de “frontal” (te suena, ¿verdad?) ante tu corro de «corre ve y dile», y cuando notabas que, por tu culpa, pasaba por un mal momento, afirmabas con saña infinita «¡que se joda!» (también te suena, ¿no?). Llegado aquí te pregunto ¿alguna vez has hecho algo sin pensar en ti? Tranquilízate, conozco la respuesta.

Con un personaje de tu catadura ejerciendo de «Führer»; con unos pedidos ofertados y aceptados por ti a precios bajo coste; y con un dueño que, por la razón que fuera, no acertó a echarte, fue muy normal que la empresa se situara al borde de la quiebra, y que, para evitarla, lo animaras a venderla, algo que no tardó en ocurrir. El comprador impuso un «ere» a la empresa y, como era previsible, en su lista de despedidos figurábamos todos los que no éramos ni afines, ni «corre ve y dile» tuyos. Por cierto, aquel «ere» permitió conocer lo bien que cuidabas a tus apaniaguados, pues la lectura pública de sus sueldos dejó boquiabierto a más de uno, por su inmerecida y gran cuantía, pero no a mí, que por entonces ya tenía muy clara tu endiablada manera de mangonear.

Finalmente, la empresa quebró librándome de lo que, para mí, fueron treinta años de infierno y, a partir de aquel momento, inicié una vida normal y satisfactoria, que, en gran medida, me habías arrebatado.

Han pasado muchos años desde aquellos hechos que tan negativamente me influyeron, pero su toxicidad sobre mí ha sido de tal magnitud que, aún hoy, sigo teniendo enervantes pesadillas que, una y otra vez, me vuelven a situar en aquel infierno creado y alentado por ti. Por todo ello, eres la única persona por la que he sentido y siento un odio radical, sentimiento que aborrezco y del que me gustaría desprenderme antes de irme de aquí. Hago todo lo posible para ello, pero…, ¡de verdad!, me lo has puesto imposible.

Nosotros, los modelistas navales

Al contrario que otras, desde mi infancia, nunca me ha abandonado la afición a los barcos y, en general, a todo lo relacionado con la mar; hice cuanto pude para permanecer cerca de ella, pero, desde hace bastante más de 40 años, la vida me situó en el, probablemente, mayor secarral de Europa.

Hasta mi jubilación estuve, como todos, entregado a la familia y al trabajo, satisfaciendo mi añoranza por la mar durante las vacaciones estivales y alguna que otra escapadita aleatoria. Hoy podría disfrutar de ambiente marino, pero problemillas familiares y personales, además de ese virus cabrón, me lo han impedido. Me hubiera hecho muchísima ilusión diseñar y construir mi propio barco, pero cuando pude no dispuse ni de tiempo ni de medios para ello, y hoy no puedo porque, aunque me sobre tiempo, también me sobran muchos años. En consecuencia, un buen día, decidí “matar el gusanillo” dedicándome al modelismo naval, afición con la que nunca tuve la buena suerte de conectar con alguien cercano para compartirla, lo que me decidió a participar en un foro especializado en el tema. Tras algún tiempo participando en él, llegué a la conclusión de que ni los demás modelistas me entendían a mí, ni yo a ellos, de modo que, muy a mi pesar, lo dejé.

A partir de ese momento incrementé en este blog las entradas de modelismo naval con la esperanza de aumentar los intercambios de opinión y experiencias con otros modelistas, algo que desafortunadamente no ha ocurrido, pues desde el día 20 de febrero de 2012, hasta el 13 de septiembre de 2021, he colocado en este blog 38 entradas dedicadas al modelismo naval de distintas temáticas, de las que se han producido 30 comentarios, la mitad de los cuales únicamente solicitando planos, y solo una de verdadero calado.

De mis experiencias como forero y bloguero no he aprendido gran cosa, salvo refrescar mis enmohecidos conocimientos de trazado diédrico, aprender algo de diseño 3D y, en ocasiones, recordar mi época de estudiante describiendo proyectos de algún modelo de barco. También me ha sorprendido la gran cantidad de modelistas – magníficos en algunos casos – que, sin tener conocimientos de interpretación de planos, construyen sus modelos prácticamente, «a ojo», pero ponen el acento en la escala que usan para hacerlos, algo que he tratado de entender sin conseguirlo. Adicionalmente he notado, en muchos de ellos, una imperiosa inclinación a interpretar los planos «a su manera» aunque tengan la posibilidad de consultar dudas con quien conoce la materia, pues son reacios a aprender algo que creen no servirles de nada, e incluyen entre sus maneras de hacer métodos poco o nada compatibles con la buena práctica, que, encima, creen que son el «no va más» del modelismo naval, por haberlos aprendido de alguien que consideran «maestro», y que también las practican; por poner solo un ejemplo, cito la ampliamente utilizada técnica de enmasillado de la que, encima, hay quien presume de ella.

A un cierto sector de modelistas navales – algunos extraordinarios, como ya he dicho – les encanta el halago, tanto, que son víctimas de él, sin percatarse de ello. Debido a eso, creen que hacen sus modelos de forma magistral, por lo que están convencidos de que todo lo que hacen en modelismo es insuperable, llegando al convencimiento de ¿para que voy a aprender más, si hago unos modelos que solo me reportan elogios? En cierto modo tienen razón, pero también los lastra haciendo siempre lo mismo, aunque los modelos sean distintos, además de impedirles descubrir otras formas de hacer, tan buenas o mejores que las practicadas por ellos.

Finalmente deseo decir que he percibido en algunos modelistas navales su escasa entrega a la lectura, como si las prisas por hacer algo se lo impidieran; con ello, cometen errores que, a buen seguro, evitarían si leyeran con más interés las instrucciones de construcción de los modelos que hacen.

Me sorprende como, también en el modelismo naval, se han extendido muchos conceptos y malas prácticas como setas en septiembre-octubre lluvioso, asunto este en el que, entre otros, han participado algunas empresas del ramo animando a métodos y técnicas que, seguramente, las rentabilizará a cambio de difundir prácticas poco ortodoxas.

Vergüenza ajena

Primero oímos por activa y por pasiva que el Sr. Sánchez – todavía presidente del Gobierno – iba a indultar a unos mindundis; después comprobamos estupefactos que han sido inexplicablemente indultados, pese a haber cometido actos contra la ley y, por ello y su condición de políticos con cargo público, enjuiciados y condenados por las más altas instituciones judiciales – a las que absolutamente nadie ha echado en cara haber hecho mal su trabajo -. Ya puede estar Vd. contento, Sr. Sánchez, pues esos agraciados mindundis seguirán afrentando muchos de los valores que la inmensa mayoría de la ciudadanía, con orgullo, hemos respetado desde 1.978, pero, eso sí, nunca han afrentado ni afrentarán el mucho dinero que han percibido, perciben y, si alguien no lo remedia, percibirán, aportado por esa inmensa mayoría que, encima, les permite «urbi et orbi» ponerse gallitos cuando creen detectar arremetidas contra lo que, torticeramente, consideran suyo.

Sr. Sánchez: ¿Ha hecho Vd. o su gobierno algo para impedir que muchísimos ciudadanos nos sintamos afrentados por esos mindundis y adláteres varios? Aunque soy consciente de que es Vd. un sectario impenitente, ello no obsta para que le recuerde que una buena gobernanza lo es para el conjunto de la sociedad y no solo para una minoría; si, ya sé que lo suyo es «sostenella y no enmendalla», además de un experto practicante del dicho «predícame Juan, que por un oído me entra y por otro me sale».

Sr. Sánchez: puede que Vd. disfrute contemplando la gran vergüenza ajena que, a muchos, nos provocan ciertas decisiones suyas; puede incluso que se considere un triunfador excarcelando delincuentes y trasladando de cárcel a ciertos asesinos convictos; admito también que dispone Vd. de los, más que suficientes, medios para lavar su deteriorada imagen y, con ello, hacer blanco lo negro; pero le recuerdo que la historia, le guste o no, es un riguroso e insobornable juez que le va a colocar en un lugar en el que, a buen seguro, nunca le gustaría estar, pero se lo está Vd. ganando a pulso.

 Sr. Sánchez: ¡que bochorno!