Paradojas

– Tras algunas fiestas, celebraciones, saraos, botellones, etc. ¿Cómo puede decir alguien «lo he pasado súper bien», pese a haber estado al borde del coma etílico o en él mismísimo coma?
– Pregunta: ¿Cómo lo habéis pasado anoche? Respuesta: Muy bien, nos acostamos a las siete de la mañana… ¡Incomprensible!
– Quiénes pagan precios exorbitantes a cambio de prendas que, encima, exhiben nombres y logotipos de empresas ¿han pensado lo que hacen? pues, les guste o no, actúan gratuitamente como personas anuncio.
– ¿Qué beneficio obtienen las personas que dedican gran parte de su tiempo a enterarse de la vida de otras – a las que algunos llaman famosas -, desinteresándose de lo que les afecta a su propia vida? ¿se les ha ocurrido pensar en los beneficios que obtienen esos famosillos de tres al cuarto, gracias a las multitudes que se comportan como ellas?
– ¿Porqué cualquier cantamañanas cree saber más de futbol que quienes ejercen de entrenador y seleccionador de este mismo deporte?

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El sátrapa de “la” Nohtlaw

Por aquel entonces, la empresa tenía un tamaño equiparable a sus modestos medios técnicos, a su escaso nivel tecnológico y a una deficiente formación de personal, aunque su voluntarista dueño y, por entonces, director creía que era el «no va más». Por razones que solo él conocía, y para alimento de su soberbia, la empresa se vio agraciada con un jugoso contrato para el que no estaba mínimamente preparada, por lo que se vio obligado a contratar profesionales capaces de sacar adelante aquel contrato-atolladero en el que él la había metido.
Sin contar con los recursos técnicos, materiales y humanos suficientes, pero realizando un enorme esfuerzo personal y profesional, algunos de aquellos contratados lograron culminar aquél espléndido pedido, catapultando a la empresa hasta un ranking jamás imaginado por su voluntarista dueño, que lo convirtió, a su vez, en una verdadera institución en su sector industrial y estrella del empresariado (patronal, en el argot actual). Tan inesperado y súbito éxito, lo fue poco a poco desconectando de la realidad de “la” Nohtlaw, y a conceder crédito a los cantos de sirena de un maligno chiquito que, sorprendentemente, lo llevaron a prescindir de los artífices de aquel éxito y a colocar al maligno al frente de su empresa. Semejante decisión le iba a costar, pasado el tiempo, la pérdida de “la” Nohtlaw y probablemente el prematuro final de su propia vida.
La modulación de aquellos cantos de sirena fueron cambiando a medida que el maligno chiquito incrementaba su poder y escalaba puestos en “la” Nohtlaw, a base de “cortar la cabeza” – siempre con la ayuda de su dueño y director – a quienes se interponían en su camino, procedimiento éste para el que contó siempre con la ayuda de su camarilla y que practicó, con endiablada habilidad, en bastantes ocasiones; cierto es que en esta actividad nunca demostró ser un innovador, pues su método era tan viejo como todo lo humano.
Como queda dicho, el endiablado chiquito se rodeó de una camarilla elegida entre «lo más granado» de “la” Nohtlaw, a la que, como era de esperar, trataba con cierta deferencia – incluyendo sueldos que, en algunos casos, llegaron a superar al de empleados de responsabilidad mucho mayor -, a cambio de que le contaran todo lo divino y lo humano ocurrido en la empresa, pero especialmente de cuanto tuviera que ver con la vida de trabajo y privada de las personas que trabajaban en ella, especialmente de aquellas que él había situado en su punto de mira y que, “casualmente”, siempre eran quienes no le hacían la pelota, pero trabajaban de forma excelente, cualidad ésta, que nunca fue capaz de valorar en su justa medida.

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Los buenos, se notan poco

De nuevo me voy a referir a los que nos dirigen, pues gran parte de su quehacer diario esta más orientado a dar de sí mismos una imagen pública impoluta, a practicar el pasteleo, a hacer lo inconfesable para conservar el cargo, y a fulminar a rivales – a menudo, muy superiores a ellos, humana y profesionalmente -, que a realizar una gestión encaminada a engrandecer las instituciones estatales, autonómicas, municipales, empresariales y sindicales que, por torpeza, ambición o ambos, no hacen o hacen mal; excluyo a los religiosos, pues creo que éstos requieren un análisis diferenciado del resto.
Muchos ególatras e impenitentes trepas, que ocupan puestos de dirección en los que tan cómodos se sienten y con los que tanto han soñado, son quienes nos han metido en el atolladero de tener que sufrir esta pavorosa crisis-recesión y, lo que es más chusco, nos están obligando a soportarla y a sufragarla y, con toda desfachatez, han dicho, sin que se les caiga la cara de vergüenza, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; esto sí que ¡¡Manda muchos h…!!

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Dirigentes “de salón”

Estos días, pre y post electorales, contemplo pasmado, mañana, tarde y noche, como políticos, con o sin cargo público, hacen verdaderos esfuerzos – «pactos», dicen, eufemismo utilizado para enmascarar lo que no es más que un mercadeo – para mantenerlo u ocuparlo, dejando a un lado, de palabra y obra, la solución de los problemas que atenazan a la ciudadanía, a la vez que ciertos profesionales de la comunicación dan la imagen de ser más proclives a explicar el juego político de aquellos – en el que alguno parece participar – que de mantener informada a la ciudadanía sobre casos en los que se olvidan promesas electorales en aras de alcanzar o mantener el carguito.
Han pasado cuatro años desde las últimas elecciones, y pese al «vóteme porque somos los únicos que sabemos arreglar esto», la mayoría de los problemas existentes entonces continúan estando ahí, y algunos se han agravado. La siguiente noticia, aparecida recientemente en la prensa, pone blanco sobre negro a este respecto:

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Ponga una cochera de jardín en su vida

A comienzos del verano 2012, un fuerte pedrisco me dejó el coche con más cráteres que la Luna. Dos años después, y dándose unas circunstancias atmosféricas iguales a las que provocaron el pedrisco, decidí cubrir el coche con mantas para amortiguar, en la medida de lo posible, su efecto sobre él; finalmente, no se produjo el temible pedrisco, pero sí una fenomenal descarga de agua que, obviamente, empapó las mantas. Pasaron algunos días hasta que le retiré las mantas al coche y, durante este periodo de tiempo, se produjeron las típicas temperaturas estivales que, combinadas con el agua de las mantas, provocaron amplias áreas de desprendimiento del barniz de la pintura del coche; no es difícil imaginar el resultado de la combinación de los cráteres y el barniz desprendido de la pintura. El coche se encontraba en perfectas condiciones de operatividad, pero ya frisaba los dieciséis años y la opción de substituirlo por otro se impuso a la de reparar.
De modo que, para evitar otro desaguisado, decidí poner al nuevo coche bajo una cochera de jardín durante el anual periodo de tiempo bonancible que paso fuera de mi residencia habitual. Así pues, lo que sigue, es la descripción de la construcción de la cochera de jardín que adquirí para proteger el coche.
Adquirí la cochera en un comercio del ramo y, básicamente, consiste en una estructura atornillada de madera de pino tratada contra la intemperie y, formada por seis apoyos al suelo que soportan la techumbre y el tejado hecho en policarbonato de color verde (ver Fig. 1). Para una mejor comprensión del dibujo, no he dibujado las seis placas de policarbonato que cubren toda la techumbre.

fig 1

Fig. 1

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