La terrorífica carretera nacional N – 232

Esta carretera nacional tiene una longitud total aproximada de 561 Km, de los cuales solo me ocupare aquí del terrorífico tramo, de unos 30 Km, comprendido entre los términos municipales de Figueruelas (lindante con el de Pedrola) y Mallén, ambos en la provincia de Zaragoza, Comunidad Autónoma de Aragón (España). En la Fig. 1 está representado el trazado del tramo en cuestión, y en él ha habido – y desgraciadamente habrá – tantos accidentes de tráfico que, en un país medianamente serio, ya se habría abierto una investigación para depurar las responsabilidades (si las hubiera) de quienes, año tras año, han decidido mantenerlo en un estado incompatible con el intensísimo tráfico rodado en el que está continuamente inmerso, causante directo de innumerables muertos y heridos.

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Mi marca España

Hace bastante tiempo que vengo oyendo y leyendo comentarios sobre un tema, en principio desconocido para mí, denominado “Marca España”. De entrada, no le presté demasiada atención pues, si bien unos comentaristas trataban el tema en un tono serio, la mayoría lo hacían con cierta socarronería, que me hizo pensar que alguien había inventado otra frase de éxito popular, del tipo «apaga y vámonos» o «poner la mano en el fuego».
Decidido a averiguar su auténtico significado, me tropecé – sorprendido – con el Real Decreto 998/2012, por el que se crea el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España. Admito que la forma extremadamente técnica y singular de los textos del Boletín Oficial del Estado, me superan tras leer la primera media docena de renglones; no obstante pienso que este Real Decreto creó, en su día, un Alto Comisariado para «mejorar la imagen exterior de España visibilizada bajo la denominación Marca España, en los ámbitos económico, cultural, social, científico y tecnológico». También, entre otras, se le otorga a este Comisariado la facultad de «Promover medidas para mejorar la imagen exterior de España» (Pido disculpas por si no he entendido bien el texto). Sigue leyendo Mi marca España

Pofesionales (sin r)

Pertenezco a aquel grupo de personas que siente gran respeto y admiración por el trabajo bien hecho, entendiendo como tal el que hace el conjunto de la ciudadanía todos los días y no solamente aquellos otros que, aún pudiendo tener gran repercusión mediática y estando bien hecho, tienen escasa repercusión sobre el conjunto debido a su singularidad. Dicho lo cual, paso seguidamente a describir a un conjunto de trabajadores que, de forma deliberada, por comodidad, por ignorancia o por desamor al oficio y a los demás, realizan mal el trabajo que la sociedad les ha encomendado, pese a lo cual, algunos gozan de prestigio social y, en no pocas ocasiones, disfrutan de una envidiable posición económica.

Pofesionales (sin r), manuales:

Con aire desenvuelto y con la pose de ser los profesionales (con r) más trabajadores, sacrificados y eficientes del mundo, realizan sus faenas; todos ellos utilizan ropa de trabajo de corte parecido, generalmente de color azul o gris, y una gran mayoría están convencidos de que, sea quien sea su interlocutor es un ignorante en todo lo relacionado con su oficio, convencimiento que escenifican tratándolo con cierto desdén. Tal comportamiento inocula en ellos tal bloqueo mental, que les impide evaluar cuanta sugerencia positiva puedan proponerles sus ignorantes interlocutores, a la vez que víctimas. Sigue leyendo Pofesionales (sin r)

La Gran Falacia

Los cuarenta y seis años de mi carnet de conducir me han permitido rodar, poco más o menos, un millón de kilómetros pleno de satisfacciones, sin ningún percance y, si ciertas circunstancias adversas no me lo hubieran impedido, habría rodado muchos más, pues me encantan los viajes de turismo en mi propio coche. De estas circunstancias destaco una de nombre radar que, en su conjunto, son los causantes directos de mi desapego a estos viajes, pues me resulta tremendamente agotador conducir con la vista constantemente pendiente del velocímetro del coche y que, en alguna ocasión, ha estado a punto de costarme un disgusto.

Afirmo rotundamente que las leyes, reglamentos y demás textos jurídicos están para que se cumplan. Dicho esto, afirmo también que es humanamente imposible mantener la velocidad de un automóvil dentro de los continuos cambios de los límites de velocidad de nuestras carreteras durante el periodo de tiempo que dure un viaje, pues los humanos no somos máquinas, y aunque pongamos todo nuestro esfuerzo en respetar los límites de velocidad – es mi caso que, por otro lado, me ha convertido en objeto de frecuentes pitadas que nunca había recibido – siempre habrá momentos en que la velocidad de nuestro automóvil se salga de rango por arriba. Es verdad que los reguladores de velocidad, que desde hace tiempo incorporan muchos vehículos, han ayudado enormemente a solventar este problema, pero no es menos cierto que ello supone hacer un ejercicio permanente de su regulación, actividad que, más pronto que tarde, terminará por colocarnos – probablemente menos veces que sin él – en situación de “fuera del reglamento”. Sigue leyendo La Gran Falacia