En la primera parte de esta monografía, he tratado de explicar el diseño y construcción del estanque que, en su día, decidimos instalar en el jardín mi mujer y yo. En esta segunda parte, explicare aquellos aspectos del mismo relacionados con su operatividad, peces y automatismos.
El esquema de circulación del agua en el estanque que nos ocupa, es el mostrado en la Fig. 1. Para quien pueda preocuparle la interconexión de los componentes – de este o cualquier otro estanque – aclaro que, junto con los filtros y las bombas, los fabricantes suministran información precisa sobre esta cuestión.
Fig. 1 |
La primera vez que llenamos el estanque lo hicimos con agua procedente del pozo de nuestros vecinos de al lado (desde aquí agradecemos su ayuda) que, obviamente, carecía de cloración, algo absolutamente positivo para la supervivencia de peces; no obstante, creí conveniente realizar un análisis de aquellos contenidos del agua que, como había leído, debían mantenerse dentro de unos límites aptos para ellos. De nuevo, nuestros queridos vecinos, nos informaron que tal análisis ya lo habían hecho en su día, aunque de él no conservaban resultados, a la vez que nos tranquilizaron asegurarnos que el agua del pozo la utilizaban satisfactoriamente para el acuario que ellos tenían. Con esta valiosa información, mi mujer y yo tomamos la decisión de comprar una docena de kois (para quien no lo sepa, aclaro que los kois son carpas de colores rojo, naranja, blanco o negro, como el que se ve en la Fig. 2)
Fig. 2
Desde la tienda hasta el estanque, transportamos los kois en las bolsas de plástico en las que el dependiente nos los entregó, no sin antes explicarnos el método para transferirlos desde estas bolsas al estanque, el cual seguimos al pie de la letra, aunque para ello necesitamos una cierta dosis de paciencia. Llegados aquí, deseo aclarar algo de capital importancia para la supervivencia de los peces e íntimamente relacionados con los cambios de agua, en los que se puede alterar composición química, contenido de cloro, contenido de oxigeno, temperatura o todo a la vez. Los peces necesitan tiempo para adaptarse a estos cambios, de modo que, cuanto más bruscos sean estos, mayor será el tiempo necesario para que se adapten a las nuevas condiciones del agua. Aclarado el concepto, no será difícil entender ahora las razones de la paciencia a la que antes me he referido, a lo que añado también que, con la cloración del agua, la tolerancia debe ser cero, cuestión esta que tocaré más adelante.
Como antes he dicho, transferimos los kois al estanque siguiendo estrictamente las instrucciones recibidas para ello, aunque debo admitir que, a lo largo de bastantes horas del aquel primer día y no pocos días después, estuvimos muy pendientes de los peces (los autodidactas novatos somos así) por si notábamos en ellos alguna reacción adversa provocada por el cambio de la pecera de la tienda al estanque del jardín. Afortunadamente la adaptación se realizó satisfactoriamente y ningún pez manifestó el menor problema, algo que a mi mujer y a mí nos lleno de satisfacción, a la vez que también culminaba una importante etapa del estanque.
A medida que nos íbamos acercando al verano, comenzamos a notar una coloración verdosa en el agua del estanque que enseguida comprendimos que era originada por las algas, algo que no esperábamos pues, tanto en la tienda como en las instrucciones del fabricante del filtro ultravioleta, se aseguraba que éste era, entre otros, un método imprescindible para eliminarlas. Así pues y para nuestro disgusto, durante toda aquella primera temporada, el estanque llegó a tener tal cantidad de algas que el agua parecía más una sopa verde que otra cosa, aunque los peces parecían sentirse encantados en ella. A parte del aspecto antiestético de aquella sopa de algas, también éstas causaron innumerables atascos de los filtros de la aspiración de la bomba y en el biológico, obligándonos, muy a pesar nuestro, a desmontar/limpiar/montar demasiadas veces, hasta tal punto que llegamos a pensar si nos habíamos equivocado al instalar el estanque.
Paralelamente a este problema de algas, también observábamos una disminución apreciable del nivel de agua en el estanque, especialmente en los meses de máxima insolación y temperatura, lo que cada dos o tres días nos obligaba a añadirle agua para restablecer su nivel, acción esta que realizábamos tras molestar a nuestros vecinos en demanda del agua de su pozo. Ni el interés ni los medios que puse en juego para localizar la fuga que yo creí que tenía el estanque, arrojaron ningún resultado para su localización, lo que me hizo pensar en una fuerte evaporación como única causa del descenso de su nivel de agua y, para comprobarlo, coloqué al lado del estanque un pequeño deposito rectangular parcialmente lleno de agua, al que puse una marca señalizando su nivel. Cuarenta y ocho horas después, comprobé que su disminución de nivel de agua equivalía en el estanque a una evaporación diaria aproximada de 35 litros/día, una cifra que me parece enorme, pero 40 ºC al sol y un ambiente estival muy seco produce tan intensa evaporación.
A mi mujer y a mí nos encantan los viajes, por lo que durante nuestras ausencias, por esta o por otras razones, la alimentación de los peces y el nivel de agua del estanque deberían estar garantizados y, en consecuencia, puse manos a la obra para solucionar ambos problemas. Para los peces encontré en Internet una gran gama de alimentadores automáticos, aunque ninguno válido para funcionar a la intemperie, como es el caso de los que operan en estanques de jardín; no obstante, decidimos comprar uno a sabiendas de que tenía que construirle algún dispositivo que lo librara de la acción perjudicial de la misma. El primer alimentador que compramos fue uno de una muy baja relación calidad precio y el actual es un Eheim Twin, de muy buena calidad aunque de alto precio; primero a uno y después otro, los alojamos en el interior del artilugio mostrado en las Fig. 3 y 4, cuya eficacia avalan los cinco años ininterrumpidos de eficaz servicio.
Fig. 3
Fig. 4
Ahora creo llegado el momento de explicar el método que ideamos para compensar las pérdidas por evaporación del agua del estanque, pero antes debo decir que, para entonces, ya alimentábamos el estanque con agua procedente del servicio municipal y no del pozo de nuestros vecinos, pues no consideramos de buena vecindad seguir molestándolos por algo así.
El proyecto para rellenar con agua el estanque, debía reunir los requisitos siguientes:
– que el agua aportada estuviera libre de cloración;
– que esta aportación se realizara cada 48 horas;
– y que el volumen de agua de cada aporte, pudiera ser modificado.
La Fig. 5 representa el esquema del ideado sistema de alimentación de agua que además satisface esos requisitos, pues el agua entra por el grifo de la derecha procedente de la red municipal y la cantidad de ella que entra al depósito es función del tiempo que el programador «T 14 e» está abierto y de un estrangulador de paso de agua colocado a la salida del programador. Éste agua permanece en el depósito durante 48 horas, tiempo considerado suficiente para la eliminación del cloro; tras este periodo y estando abierto el grifo de la izquierda, abre también el programador «T 1030» descargando así el agua del depósito al estanque, volviéndose a repetir este ciclo todas las veces que se considere necesario. Nosotros actuamos sobre ambos programadores y la estrangulación de agua a la salida del «T 14 e», para llenar el depósito y rellenar el estanque con unos 70 litros de agua, pero el sistema tiene otras muchas posibilidades.
Fig. 5
El agua del estanque seguía teniendo una gran cantidad de algas que, como ya he dicho, teñía el agua con una tonalidad verde que también le restaba bastante transparencia, obligándonos a limpiar los filtros con mucha más frecuencia de la deseada y, en consecuencia, decidimos acometer la solución del problema algas. En estas estábamos cuando, de pronto, creímos ver sobre la superficie del agua algo obscuro que se movía (en aquel momento, todos los kois del estanque eran de color rojo); aquella visión estimuló nuestra ansia de saber lo que era aquello (si es que aquello era algo y no solo una falsa percepción), pues las algas impedían la visión más allá de los 50 mm de profundidad. Creo recordar que pasaron algunos días hasta que pudimos confirmar, sin ningún género de duda, que “aquello” no era otra cosa que el primer alevín que había nacido en el estanque…Una visión que, tanto a mi mujer como a mí, nos pareció algo maravilloso y que, además, culminaba todo cuanto podíamos esperar del estanque. Lo dicho ¡algo maravilloso!
Retomo de nuevo el problema de las algas para decir que el filtro UV instalado en el estanque era y es completamente insuficiente para eliminarlas (creo que Tetra diseña sus productos para funcionar más o menos adecuadamente en climas alemanes, pero son completamente inadecuados para climas como el de Gallur. Zaragoza – España); convencidos de ello, decidimos tratar el agua del estanque con un producto, también fabricado por Tetra, cuyo nombre es «AlgoRem» y cuya eficacia ponemos fuera de toda duda, pues las algas quedaron reducidas a una cantidad residual que, a la vez, alivió nuestro calvario de desmontar, limpiar y volver a montar los filtros; también notamos con gran alivio que este producto no produce el menor efecto sobre los peces.
A lo largo de dos años, el «AlgoRem» mantuvo las algas bajo control, aunque siempre colaboramos con él cambiando, una vez por temporada, la totalidad del agua del estanque, con lo que mi mujer y yo quedamos satisfechos y convencidos de nuestra victoria sobre ellas. Pero el estanque – algo muy vivo, aunque no lo parezca – iba a poner a prueba de nuevo nuestra capacidad de respuesta pues, tras el éxito alcanzado con el «AlgoRem», un buen día comenzamos a notar el retorno de las indeseadas algas, pese a combatirlas con una contundencia superior a la que habíamos empleado hasta ese momento; tan intensa era la acción de aquellas algas que, en muy pocos días, obturaron completamente los filtros y, ¡lo más increíble!, los tubos de conducción del agua, algo que no había ocurrido nunca. Aquellas algas – por otro lado de aspecto diferente a las que conseguimos eliminar con el «AlgoRem» – nos obligaron de nuevo a realizar la trilogía desmonta/limpia/monta, con una frecuencia inasumible, a la vez que mi mujer y yo cabalgábamos, cada vez más, entre el desánimo y la derrota.
Así estaban las cosas del estanque de nuestros dolores, cuando de pronto y sin que mediara ninguna razón especial, decidí combatir aquellas algas con uñas y dientes y, en consecuencia, opté por poner a prueba todos los productos anti algas que compré en una tienda del ramo. De los tres productos probados, solo el «AlgoFin» de Tetra demostró tener la capacidad suficiente para poner fin a tan pertinaces y molestas algas, aunque he de decir que, en ciertas aplicaciones, triplique tanto su concentración como su frecuencia de uso, contraviniendo así las recomendaciones del fabricante. ¿Qué nos aguarda la temporada 2012? Si Dios quiere, lo veremos en breve.
Los problemas originadas por las algas, también tuvieron su parte positiva, pues estábamos hartos de sacar la bomba del estanque para limpiar su filtro, por lo que decidí modificar el sistema de filtrado de su aspiración. Como se ve en la Fig. 6, la bomba incorpora en su aspiración un filtro de gomaespuma cuya limpieza requiere su extracción del estanque; para evitar esto, construí un filtro consistente en una tela filtrante (de las utilizadas en las sillas de playa) enrollada en torno a un manguito de tubo de PVC de los utilizados en desagües (160 ø), al que previamente le practiqué unas amplias aberturas y al que también puse sendos tapones en sus extremos, uno encolado fijo y el otro dotado con un sistema de quita y pon para facilitar su limpieza y para extraer/reponer la tela filtrante (ver Fig. 7 y 8). La acción conjunta del «AlgoFin» y este nuevo filtro, nos ha librado completamente de la esclavitud que suponía estar casi a diario pendientes de la limpieza de los filtros, además de permitirnos también la limpieza de aquel sin necesidad de sacar la bomba del estanque, ¡una bendición! Veremos cuánto dura, dadas las sorpresas que una y otra vez nos ha deparado el estanque.
Fig. 6
Fig. 7
Fig. 8
Olvidaba decir que, tras el primer alevín (cuyo lomo es oscuro al principio, pero se torna en rojo o naranja poco tiempo después), nacieron otros muchos, parte de los cuales pueden verse en la Fig. 8.
Las últimas algas a las que tuvimos que enfrentarnos, fueron originadas por un cambio de procedencia del agua, que pasó a ser del río Ebro al río Aragón, la cual llega al pantano de La Loteta, próximo a Gallur, desde su embalsamiento de Yesa.
Finalmente, describo la avería que le sobrevino a la bomba tras un funcionamiento satisfactorio de unos cuatro meses, pues repentina e inesperadamente se paró sin mediar para ello ninguna causa aparente. Haciendo uso de la garantía, el vendedor (Viveros de Flores Aznar de Zaragoza) nos la substituyó por otra igual, que también volvió a fallar en un tiempo de funcionamiento similar a la de la primera. Preocupados por tan extraño fallo, mi mujer y yo decidimos comprar otra bomba igual a la averiada, dejando momentáneamente en suspenso nuestro derecho a ejercer la garantía. Cuando instalé esta nueva bomba en el estanque y comprobamos su correcto funcionamiento en el tiempo, decidimos por fin ejercer la garantía de la bomba averiada, pero en esta oportunidad el vendedor negó nuestro derecho a ella apoyándose en una argumentación tan sub realista como de completa ignorancia técnica, que nosotros obviamos; no obstante, decidimos poner sendos e mails al representante de Tetra en España (San Dimas. La Bañeza. León – España) y a Tetra (Alemania) solicitando la ayuda de ambos para averiguar la causa de la avería, pero no obtuvimos la menor respuesta.
Decidido a llegar hasta al final, tomé la resolución de desmontar la bomba, descubriendo la rotura de los resaltes que el rotor del motor eléctrico tiene para arrastrar en su giro al impulsor de la bomba, lo que provoca la parada inmediata del impulsor (ver Fig. 9).
Fig. 9
En la Fig. 10 se aprecia que el rotor y el impulsor son dos piezas independientes, de manera que aquel trasmite a este su potencia a través de los resaltes rotos que antes he mencionado.
Fig. 10
Alguien que, como yo, tiene una cierta experiencia profesional en investigación de averías, no podía entender como un fabricante como Tetra podía haber cometido tan elemental error de diseño y, decidido a corroborar o no esta opinión, desmonté también la bomba que estaba funcionando sin problemas en el estanque, resultado de lo cual es lo que se ve en la Fig. 11 en la que, como se puede apreciar, rotor e impulsor están formados por una sola pieza, lo que confirmaba al fallo de diseño como causante de la avería de la bomba.
Fig. 11