Con un simple clic, las tecnologías actuales nos permiten acceder a conocimientos – basta con saber leer – otrora reservados casi exclusivamente a profesionales y a especialistas; sin embargo y pese a ello, poco o nada he notado que el personal se sirva de este magnífico potencial cuando necesita adquirir conocimientos que le permitiría argumentar exitosamente contra soluciones de dudosa eficacia propuestas por quienes, aprovechándose de tal desconocimiento, tratan de obtener beneficios que, desgraciadamente logran con indeseada frecuencia.
Por mi edad, he asistido a muchas reuniones de comunidad de propietarios y, puedo decir que, rara vez se plantean en ellas asuntos con el mínimo rigor exigible – casi siempre la información se ciñe, únicamente, a su aspecto publicitario-comercial – y, tampoco recuerdo a nadie haciendo preguntas que denoten que, quien las hace, se ha esforzado en adquirir esos conocimientos básicos del tema en cuestión; sin embargo, y en no pocas ocasiones, si he oído críticas sobre las soluciones a los problemas planteados y aprobados en asamblea, algo que me resulta, cuando menos, paradójico; es como esperar que los problemas se resuelvan bien por sí solos.
La “habilidad” de quienes plantean al auditorio soluciones a los problemas comunitarios – habilidad directamente proporcional a la cuantía de las soluciones -, siempre me ha llamado la atención, pero aún me la ha llamado más el desdén de la mayoría de la concurrencia ante las soluciones propuestas, desdén éste, que puede transformarse en desconsideración cuando alguien, que se ha empapado previamente del tema propuesto, hace las preguntas lógicas pero, a causa de ello, es recriminado por alguno de los asistentes. No es una suposición, he sido testigo de ello.
He utilizado a las comunidades de propietarios como modelo de referencia, pero comportamientos como el aquí descrito son perfectamente extrapolables a la participación ciudadana en las cuestiones políticas municipales, autonómicas y estatales, solo que, en estos casos, las consecuencias de la indolencia pueden ser muy lamentables para muchos. Ojalá llegue el día el que, quienes se dediquen al «dolce far niente» en las redes sociales «facebook», «twitter», «whatsapp», «youtube», «instagram», etc., consuman más tiempo tratando de conocer mejor las claves del mundo que los rodea, y no solamente en aquello que, además de entretenerlos, los hace sentir protagonistas de no se sabe que.
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