Poco tiempo después de mi ingreso en el pelotón de los jubilados, uno de los ya varios profesionales que velan por mi salud me comentó que sería muy positivo una caminata de una hora diaria, como mínimo. A bote pronto, aquella recomendación me pareció algo surrealista pues, hasta aquel día, nunca había sido yo un miembro del club de los “gastasuelas”, no obstante, a partir de aquel momento, comencé a valorar la posibilidad de ingresar en tan selecto club. Así pues, inicié a practicar a diario mis caminatas – admito que con muy poca fe – con el objetivo principal de adquirir el hábito de hacerlo, algo que he logrado con algún esfuerzo y una cierta dosis de satisfacción.
Desde entonces hasta ahora, he caminado por innumerables calles de Zaragoza, repitiendo mis paseos por aquellas que me han parecido más atractivas. En una de mis muchas caminatas, y tras la clausura de la Expo 2008, encontré un recorrido lindante con la orilla del Ebro que me pareció y me sigue pareciendo sencillamente magnífico, que para ubicarlo con mayor exactitud he representado de color rojo en la Fig. 1:
Fig. 1
En este excelente recorrido hay lugares en los que merece la pena detenerse para, entre otras gozadas, contemplar la indudable belleza de los ánades azulones, cormoranes, garcetas, garzas reales, gallinetas, y otras aves que, debido a mis escasos conocimientos ornitológicos, todavía no les he podido poner nombre. A distintas horas, tanto en días laborables como festivos, he hecho este recorrido, pero siempre he constatado en él una bajísima concurrencia de personal, lo que, en ocasiones, me ha hecho meditar sobre cuáles podrían ser las razones de ello, pues los casi setecientos mil habitantes de Zaragoza creo son del suficiente potencial como para que la zona tuviera una mayor afluencia de gente; pero debo reconocer humildemente que no he encontrado ninguna razón que justifique la acusada soledad que ofrece el recorrido, lo que inexorablemente me conduce a la siguiente reflexión: ¿Cómo es posible que tantos renuncien a tan atractivo regalo?
Por si al recorrido le faltaba algo, debo decir también que existe bajo del Puente de la Almozara (margen derecha del río) un grupo escultórico que considero una magnífica obra de arte, cuyas fotografías muestro aquí:
Fig. 2 (¿se puede expresar mejor el desfallecimiento?)
Fig. 3
Fig. 4
Antes de nada aclaro que el valor artístico de este grupo escultórico supera con mucho a mi talento fotográfico, por lo que, las fotografías solo contribuyen a mermar la calidad de la obra.
No conozco el nombre del artista ni como gestó la obra, pero en ella se pone de manifiesto su enorme talento, pues de forma magistral ha representado el esfuerzo, el tesón, el agotamiento y la sed, algo completamente fuera del alcance de la mayoría de las personas. La he contemplado innumerables veces y creo que merece sobradamente ser expuesta en un lugar mucho más relevante y transitado ¿a quién se le habrá ocurrido situar esta autentica obra de arte en lugar tan inapropiado? ¿será que su autor no contó con la anuencia del insensible “mandamal” de turno? Me temo que si.
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Muy interesante entrada en el Blog, suscribo los comentarios!