Son:
– Quienes valiéndose de su popularidad y/o fama, utilizan muy cucamente las oportunidades que les brindan actos públicos y medios de comunicación para manifestar su adhesión con aquellos que han tenido la desgracia de ser deshauciados de sus viviendas, sin considerar la parte de culpa que les corresponde sobre tales deshaucios, a causa de su pública actividad dedicada a estimular a la gente para asumir hipotecas.
– Aquellos politiquillos de tres al cuarto que en mítines, actuaciones parlamentarias y declaraciones públicas dicen – por poner solo dos ejemplos – cosas como estas: «estamos trabajando» o «hemos hecho un gran esfuerzo», cuando saben positivamente que ambas cosas las han hecho y seguirán haciéndolas exclusivamente los ciudadanos pagando impuestos absolutamente confiscatorios.
– Quienes ordenan y han ordenado poner en las carreteras señales de tráfico con esta información: «Por su seguridad. Control de velocidad», aunque realmente solo desean meter mano en el bolsillo del conductor con el único objetivo de que contribuyan, aún más, a “disminuir el déficit”.
– Las empresas que dicen tener un departamento de “atención al cliente”, pero cuando alguien entra en contacto con él, todo se queda en «ni una sola mala palabra, ni una sola buena acción»; los clientes estaríamos mucho mejor «atendidos» si su denominación fuese “toreo al cliente”.
– Las personas que montan organizaciones o empresas con la pomposa vitola «sin ánimo de lucro», pero la realidad es que algunas de ellas ganan, en contra de esa premisa, cantidades obscenas de dinero fácil (en algunos casos, son mucho más que hipócritas).
– Politiquillos cuyo comportamiento ante la corrupción en partidos distintos al suyo, es la de empedernidos incorruptibles y ejemplos de honradez, pero cuando son pillados con las manos en sitios donde no deberían estar, tratan de explicar, sin cortarse un pelo, lo inexplicable y cargar sus culpas, si pueden, sobre tontos útiles de su entorno «trincón» (también estos son, en algunos casos, mucho más que hipócritas).
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