El extraño estatus de la Colonia San Antonio de Gallur

Durante algo más de la temporada estival, resido en una urbanización – Colonia San Antonio – enclavada dentro del término municipal de la Villa de Gallur, de la que dista, hasta su Plaza de España, unos tres kilómetros.

La Colonia San Antonio está constituida como comunidad de propietarios, de modo que se rige por la ley de Propiedad Horizontal y, en consecuencia, está gestionada por un equipo compuesto por un presidente, un administrador y varios vocales; así mismo, está formada por 199 parcelas, 26 calles, un sistema de suministro de agua de boca, un sistema de evacuación y un tendido eléctrico de fuerza y otro de iluminación. Los propietarios tributamos al Ayuntamiento de Gallur los correspondientes arbitrios municipales, el IBI, la tasa de agua correspondiente y las licencias de obra, a cambio de lo cual, creo que diariamente (no estoy completamente seguro), retira las basuras – para ser más exacto, este cometido lo tiene asumido la Comunidad de la Ribera Alta del Ebro, compuesta por 17 municipios – y, que yo sepa, ningún otro servicio más. Tan parca compensación, me ha dado siempre mucho que pensar, pues quienes formamos parte de la Colonia San Antonio, costeamos su mantenimiento, que incluye, pero no se limita a: limpieza de viales, poda y riego del arbolado, retirada de desechos no relacionados con las basuras domésticas, mantenimiento y reparación de la instalación de bombeo de aguas residuales y de las dos instalaciones eléctricas, además de sufragar los costes de sus consumos eléctricos.
El suministro de agua a la Colonia San Antonio lo realiza el Ayuntamiento de Gallur valiéndose de una empresa privada que, además, se encarga de las reparaciones en la red de suministro cuando, en ella, se producen averías, pero sorprendentemente (para mí, claro), ello no supone ningún coste para la comunidad, tal como ocurre con todas las demás reparaciones de cualquier otro tipo.
De lo dicho hasta aquí, solo puedo hacer este comentario: ¡que cara es la retirada de basuras de esta comunidad! Aunque, para ser sincero, expongo aquí estos hechos con la esperanza de que, algún día, una experta alma caritativa aclare mis dudas.

Página principal:
https://ganandobarlovento.es/

Esas tecnologías, tan potentes como desaprovechadas

Con un simple clic, las tecnologías actuales nos permiten acceder a conocimientos – basta con saber leer – otrora reservados casi exclusivamente a profesionales y a especialistas; sin embargo y pese a ello, poco o nada he notado que el personal se sirva de este magnífico potencial cuando necesita adquirir conocimientos que le permitiría argumentar exitosamente contra soluciones de dudosa eficacia propuestas por quienes, aprovechándose de tal desconocimiento, tratan de obtener beneficios que, desgraciadamente logran con indeseada frecuencia.
Por mi edad, he asistido a muchas reuniones de comunidad de propietarios y, puedo decir que, rara vez se plantean en ellas asuntos con el mínimo rigor exigible – casi siempre la información se ciñe, únicamente, a su aspecto publicitario-comercial – y, tampoco recuerdo a nadie haciendo preguntas que denoten que, quien las hace, se ha esforzado en adquirir esos conocimientos básicos del tema en cuestión; sin embargo, y en no pocas ocasiones, si he oído críticas sobre las soluciones a los problemas planteados y aprobados en asamblea, algo que me resulta, cuando menos, paradójico; es como esperar que los problemas se resuelvan bien por sí solos.

Sigue leyendo Esas tecnologías, tan potentes como desaprovechadas

Lo que pudo ser… pero no fue

A los de mí generación, militares – los mandamases de entonces –, religiosos, políticos, y enseñantes, nos “machacaron” durante algo más de treinta años, con las bondades, logros y dogmas de aquella democracia orgánica que tanto se “preocupó” de la «fiel infantería», a la que le negó, entre otras muchas cosas, lecturas inconvenientes (para ellos, claro), vida sexual no regida por irracionales doctrinas, y la crítica a los comportamientos y la gestión de los mandones de la época. Treinta y pico años así, permitieron a aquellos pastores de la manada, enfajarnos la mente que nos impidió establecer comparaciones con otras sociedades que, por entonces, ya hacía mucho que vivían bajo leyes más justas y democráticas que las imperantes por entonces aquí.
Un buen día, pudimos comprobar lo fantástico de leer lo que uno quería, la maravilla del sexo practicado sin la hipócrita influencia de inhumanos dogmatismos, los beneficios que para la sociedad supone la crítica constructiva a los mandones de toda laya y, ¡oh sorpresa!, que las personas afiliadas a ciertos partidos políticos – ilegales en aquella época – eran como tú y como yo, y no la reencarnación del mismísimo demonio como, machaconamente, nos habían dicho. Con tan buenas sensaciones, y otras mejores que, a los cuatro vientos, profetizaban los políticos del momento, emprendimos el apasionante recorrido – doloroso en algunas ocasiones – que nos ha traído hasta el presente.
Es bien sabido que ninguna actividad humana es perfecta y, obviamente, nuestra última época tampoco lo ha sido y, me temo, que tampoco lo será. Terrorismo, corrupción y paro, ¿han? sido tres repugnantes protagonistas – de consecuencias irreparables, en el primer caso – cuya presencia, ha impedido lo que pudo ser, pero no fue.

Sigue leyendo Lo que pudo ser… pero no fue

Lo que va de un c.q.d. a un p.l.c.

En diario El Mundo.es acabo de leer el siguiente titular “Libertad provisional para Urdangarin sin fianza”. Tengo demasiados años para sorprenderme de algo y, este titular o mejor dicho, lo que lo origina, no me ha sorprendido nada, por la sencilla razón de que estoy completamente de acuerdo con el chiste de El Roto – aparecido en el diario El País – según el cual “La justicia es igual para todos, las sentencias, no”, aunque, en esas sentencias podrían incluirse también las decisiones judiciales. Durante estos años que hemos sido machacados con el caso Nóos, he oído y leído multitud de opiniones de expertos sobre si Urdangarín pisaría o no la cárcel, casi todas proclives al sí. No me considero un experto en nada y, mucho menos, en temas judiciales o jurídicos; también disto mucho de poseer las cualidades y conocimientos de muchos talentosos comentaristas, pero siempre, siempre, he tenido la convicción de que nuestro «ínclito» Urdangarín no pisaría la cárcel, por eso hoy no he podido evitar, muy a mi pesar, acordarme de aquellos libros de matemáticas de mi época estudiantil, en los que, tras finalizar una demostración, remataban la faena con un c.q.d. (como queríamos demostrar). Esta evocación, viene a cuento de una pequeña historia que se contaba por aquella época, según la cual, un estudiante tuvo que realizar una demostración durante uno de sus exámenes de matemáticas pero, el pobre, tuvo la mala suerte de cometer un error en ella, aunque consideró satisfactorio el resultado, por lo que, ni corto ni perezoso, la remató con el consabido c.q.d. El profesor que corrigió el examen, al percatarse del error, se lo devolvió con estas siglas rotuladas en rojo: p.l.c. Sorprendido el alumno, le preguntó al profesor su significado, a lo que este le contestó: su demostración es incorrecta, a pesar de lo cual ha puesto Vd. c.q.d., lo que me permite a mí ponerle un p.l.c., que significa «por los cojones».

Traigo hoy esta historieta a colación, porque acaban de endosarle un p.l.c. a todos los que creyeron que Urdangarín iría a la cárcel.

Ignorantes supinos

A veces me suceden cosas que, por su forma de generarse, pienso que solo me ocurren a mí, sin embargo algo me dice que no, y que situaciones como la que me tocó vivir recientemente, pero extrapoladas al terreno político, pueden alterar y de hecho alteran negativamente el bienestar de la ciudadanía.
Me explicaré. Recibí de la administración de mi comunidad una convocatoria de reunión de vecinos con objeto de tratar la cuestión requerida por ley, relativa a la eliminación de barreras arquitectónicas existentes en nuestro edificio. Normalmente, no suelo acudir a este tipo de reuniones que en más de una ocasión me han parecido avisperos donde los aguijonazos se substituyen por disparates y tarascadas, que he percibido en algunas de las que he tenido el infortunio de asistir, y cuyo resultado han sido únicamente estériles diálogos para besugos que no conducen absolutamente a nada, pero de los que se sienten a gusto bastantes ignorantes supinos en busca de su momento de gloria.

Sigue leyendo Ignorantes supinos