¿Se imagina alguien un mundo en el que no existieran personajes como los que a continuación enumero?
– Triunfadores de empresas o instituciones, encaramados en puestos relevantes, gracias a subrogarse – generalmente con métodos inconfesables e incluso ilegales – el esfuerzo de otros.
– Profesionales de cualquier rama, que siempre se han limitado a ejercer su trabajo de manera rutinaria, sin preocuparse jamás de conocer las claves importantes de su profesión u oficio, ni las consecuencias que su manera de proceder puedan tener para quienes tengan la mala suerte de caer en sus manos.
– Políticos de tres al cuarto, pero instalados en puestos de relevancia política, que mienten al electorado para conseguir objetivos buenos para ellos, pero malos para la sociedad a la que dicen servir.
– Hipócritas capaces de cometer las mayores bajezas con tal de alcanzar las metas – inconfesables, las más de las veces – que se proponen.
– Aquellos que incluyen en los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) a profesionales que no les son simpáticos, o no son “de su cuerda”, o no son de su sindicato, o no son de su partido político, pese a que estos hayan trabajado en la empresa con indudable eficacia.
– Rufianes que valiéndose de su posición relevante en empresas e instituciones, actúan de forma deshonesta y cobarde para eludir situaciones de las que son responsables, pero que intuyen muy comprometidas para ellos, a la vez que ponen “a los pies de los caballos” a otras personas que no tienen ninguna responsabilidad con tales situaciones.
– Rufianes de todo pelaje que, para ganar un puñado de billetes, no dudan en poner en peligro la vida de muchas personas.
– Personas – o lo que sean – que pudiendo salvar la vida de otras muchas, no lo hacen, a causa de la falta de recursos de estas.
– Comerciantes de armas sin escrúpulos y quienes negocian con ellos, cuyos beneficios económicos son directamente proporcionales a los muertos logrados con las armas que venden.
– Negociantes que se hacen multimillonarios a base de vender artículos, estratégicos o no, a base de inflar desmesuradamente sus precios sin ninguna otra razón que la de la usura.
– Alimañas de aspecto humano que, unas secuestran y, otras se valen de los órganos de los secuestrados para realizar trasplantes.
– Homínidos que no dudan en probar la eficacia de sus inventos – diabólicos o no – sobre indefensas personas del tercer mundo.
– Aquellos que, instalados en posiciones relevantes de empresas e instituciones, ejercen con toda crueldad la repugnante práctica del mobbing – acoso laboral – contra compañeros y subordinados, con el único objetivo de dar rienda suelta a su ego y, a sabiendas de que pueden poner al borde del abismo a quienes los sufren, o en el abismo mismo.
Yo no, pero de vez en cuando sueño cómo sería una sociedad sin esa basura, al hacerse realidad una utopía así; no obstante, dejo aquí todo mi desprecio hacia todos ellos que desgraciadamente, en la inmensa mayoría de los casos, son mirados por esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, como rutilantes triunfadores.
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