Inopinadamente ocurren hechos en ésta sociedad nuestra que alteran sus expectativas de felicidad, pues agreden su tan ansiado y celosamente cultivado sentimiento de “estar a resguardo de todo”. A menudo, es francamente difícil dar una explicación convincente a estos hechos, pero nunca faltan inasequibles al desaliento, empeñados en encontrar fáciles y rápidas soluciones y, en este sentido, no dudan en buscar – y, casi siempre, encontrar – al hombre/mujer al que presentan como alguien dotado de conocimientos que les confiere la facultad de explicar y dar solución a los hechos que antes referí y que, obviamente, sobrepasan las capacidades del resto de los mortales; a menudo, estos «fenómenos» son entrevistados en medios de comunicación, donde se presentan al auditorio con el nombre de expertos.
Según el diccionario de la RAE, experto es una persona «práctica o experimentada en algo» y también persona «especializada o con grandes conocimientos en una materia»; bien es cierto que la RAE no determina como se adquiere el estatus de experto, algo que me encantaría saber, pues la pléyade de expertos que, día tras día, nos sacan de nuestra pecaminosa ignorancia, se incrementa en progresión geométrica, tanto, que hoy he oído en una cadena de radio presentar a alguien como «experto en temas musicales de películas», ¡apaga y vámonos!
El/la experto/a suele ser alguien con estudios universitarios medios o superiores, dotado/a con gran facilidad de palabra y no exento/a de cierta verborrea, a lo que se añade un cuidadoso dominio del argot de la especialidad en cuestión. Siempre se sienten a sus anchas oyéndose a sí mismos cuando hacen alarde de sus conocimientos urbi et orbi, y no es infrecuente que mire con indiferencia al entrevistador, adoptando simultáneamente una pose de sobrado, como muy bien se define en Aragón a quien, sin necesidad, hace alarde excesivo de sus habilidades o conocimientos.
En España tenemos verdaderas legiones de expertos para todo, basta con observar la odiada temporada de la declaración sobre la renta en la que, por aquí y por allá, asoman en los medios de comunicación innumerables expertos en el tema que, sin cortarse un pelo, aconsejan, recomiendan, previenen, recuerdan, etc., un verdadero encanto de personajes que tanto les da freír un huevo como planchar una corbata. Lo mismo puede decirse de cualquier otra especialidad al producirse acontecimientos noticiables pues, de inmediato, aparecen expertos como setas en septiembre lluvioso; tales son los casos de violencia de género o de acoso escolar, por poner solo dos ejemplos.
Los expertos a los que hasta aquí hago referencia, deben tener un alto grado de frustración, pues a pesar de sus consejos y recomendaciones, ni suben cuando dicen que van a subir, ni bajan cuando dicen que van a bajar, aquellos mentados hechos que tanto alteran a la ciudadanía, lo que me hace pensar que sus conocimientos sirven poco o nada para dar soluciones aunque, no digo yo, que no pueda arreglarles la vida a algunos de ellos. Con relación a esto, basta con recordar los innumerables expertos en economía que desde hace años nos han explicado – en plan sobrado – lo que hay que hacer para salir de esta crisis, recesión, o lo que sea, pero, o los que tienen capacidad de decidir nos les hacen caso, o los que si la tienen son expertos como los que aquí describo; en este sentido, concluyo que, todos ellos, no pasan de ser unos vulgares charlatanes de feria.
Existe otro tipo de expertos que, lejos de decir lo que piensan, pregonan como sublime para todos lo que solo conviene a ciertos grupos de presión, grupos políticos, potentes corporaciones, etc., etc., – a cambio de mordidas que solo ellos saben – a la vez que denigran lo verdaderamente beneficioso para la mayoría. La sociedad es, casi siempre, vulnerable a este tipo de expertos, pues son auténticos lobos camuflados con piel de cordero y que, carentes de escrúpulos, no se les arruga el gesto cuando perjudican comunidades completas con sus interesadas opiniones transformadas en asesoramiento a sus pagadores/remuneradores. A estos, se les puede motejar con los calificativos más duros, pero no como charlatanes de feria.
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