Según el diccionario de la RAE, poderoso es quien tiene poder, es muy rico, o está colmado de bienes de fortuna.
Quienes codicien el poder y deseen ostentarlo, deberán autoevaluarse para conocer con cuántos y en qué grado participa de los siguientes condicionantes, para alcanzarlo y mantenerlo con garantía de éxito:
Tener los estudios mínimos imprescindibles, entre los que no están incluidos los de ninguna carrera universitaria.
Los títulos universitarios adornan, y poco más.
Poseer el talento mínimo necesario para ejercer la actividad elegida para alcanzar poderío.
Ser muy ambicioso.
Tener una gran facilidad de palabra; imprescindible para el poderío político.
Cuando las circunstancias lo aconsejan, mentir como un bellaco.
Ser un cínico «de libro».
Utilizar a las personas próximas como meros instrumentos: de escalada primero y de guardia pretoriana después.
Los «padrinos» son una formidable herramienta para lograr metas.
Hacer la pelota hasta la humillación a quienes puedan ayudar a conseguir objetivos.
No fiarse de nadie.
Disponer inicialmente de recursos propios, heredados o prestados, para dotarse de los conocimientos y/o medios necesarios que posibiliten la inserción en la actividad elegida para alcanzar poderío.
El negocio más recurrente en España es el de comprar productos por X y, sin añadirles nada o muy poco, venderlos por 2X, 3X o, a ser posible, por 10X o más (los esquilmadores y poderosos, abundan).
Los negocios relacionados con comer, beber o ambos, gozan del beneplácito del respetable, y algunos ostentan gran potencial para lograr poderío.
Tener un instinto natural para tratar con afabilidad a los benefactores, promete enormes posibilidades.
Cultivar buenos «amiguetes», especialmente si son políticos relevantes, sean del signo que sean.
Atesorar dosis apreciables de buena suerte.
Ser un furibundo depredador para subordinados, competidores y para quienes representen un obstáculo real o supuesto para «situarse».
Ser insensible al sufrimiento que pueda infringirse a los demás.
Tener pocos escrúpulos.
Astutamente arrinconar, de vez en cuando, el perfeccionismo en el trabajo, pues, a menudo, un trabajo bien hecho, puede fomentar envidias que podrían torpedear la consecución de buenos negocios o arruinar una buena carrera.
Algunas de éstas característica son admitidas comúnmente como repugnantes, no obstante, una hábil mezcla de éstas con otras consideradas virtuosas, ha permitido y sigue permitiendo a muchos rufianes, sinvergüenzas e impresentables varios, realizar rutilantes carreras, encaramarse en puestos relevantes, presentar angelicales imágenes públicas, y ser presentados como ejemplos a imitar en un amplio sector de medios de comunicación. No obstante, esas «maravillosas» cualidades, solo les ha servido a nuestros poderosos ególatras para medrar y/o mantener sus estatus personales, y muchos de ellos – metidos a pésimos dirigentes – han sido incapaces de alertar a la ciudadanía sobre ésta recesión, crisis, deflación, o lo que sea, que a nosotros – pero no a ellos – nos han echado encima, y tampoco han demostrado el menor interés y habilidad para ponerle remedio; digan lo que digan ellos, sus apaniaguados y palmeros varios.
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Hola.