Vergüenza ajena

Primero oímos por activa y por pasiva que el Sr. Sánchez – todavía presidente del Gobierno – iba a indultar a unos mindundis; después comprobamos estupefactos que han sido inexplicablemente indultados, pese a haber cometido actos contra la ley y, por ello y su condición de políticos con cargo público, enjuiciados y condenados por las más altas instituciones judiciales – a las que absolutamente nadie ha echado en cara haber hecho mal su trabajo -. Ya puede estar Vd. contento, Sr. Sánchez, pues esos agraciados mindundis seguirán afrentando muchos de los valores que la inmensa mayoría de la ciudadanía, con orgullo, hemos respetado desde 1.978, pero, eso sí, nunca han afrentado ni afrentarán el mucho dinero que han percibido, perciben y, si alguien no lo remedia, percibirán, aportado por esa inmensa mayoría que, encima, les permite «urbi et orbi» ponerse gallitos cuando creen detectar arremetidas contra lo que, torticeramente, consideran suyo.

Sr. Sánchez: ¿Ha hecho Vd. o su gobierno algo para impedir que muchísimos ciudadanos nos sintamos afrentados por esos mindundis y adláteres varios? Aunque soy consciente de que es Vd. un sectario impenitente, ello no obsta para que le recuerde que una buena gobernanza lo es para el conjunto de la sociedad y no solo para una minoría; si, ya sé que lo suyo es «sostenella y no enmendalla», además de un experto practicante del dicho «predícame Juan, que por un oído me entra y por otro me sale».

Sr. Sánchez: puede que Vd. disfrute contemplando la gran vergüenza ajena que, a muchos, nos provocan ciertas decisiones suyas; puede incluso que se considere un triunfador excarcelando delincuentes y trasladando de cárcel a ciertos asesinos convictos; admito también que dispone Vd. de los, más que suficientes, medios para lavar su deteriorada imagen y, con ello, hacer blanco lo negro; pero le recuerdo que la historia, le guste o no, es un riguroso e insobornable juez que le va a colocar en un lugar en el que, a buen seguro, nunca le gustaría estar, pero se lo está Vd. ganando a pulso.

 Sr. Sánchez: ¡que bochorno!

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