Antes de dar mi opinión sobre esta demoledora crisis por la que navegamos con rumbo incierto, apelo a la magnanimidad de los expertos en economía para que disculpen los muchos errores que, a buen seguro, habrá en las líneas que siguen.
Creo que todo comenzó cuando alguien denominó «ingeniería financiera» a algo que jamás pasó de ser un «bodrio financiero», pues la ingeniería es para mí una actividad que se realiza sobre sólidos fundamentos y no sobre farragosos papeleos frecuentemente carentes del menor respaldo. Por si faltara poco, la tan ciegamente jaleada globalización, también ha contribuido a enmarañar más todas aquellas cuestiones relacionadas con la actividad financiera, hasta tal punto que los expertos – incapaces de entender lo que está ocurriendo – emiten opiniones que el paso del tiempo demuestra equivocadas o inadecuadamente formuladas, como una y otra vez se pone de manifiesto cuando comprobamos que, acuerdos económicos adoptados en “cumbres sublimes” por “sobresalientes” de la Unión Europea – algo perfectamente aplicable a nuestro panorama nacional -, no se traducen después en resultados que avalen su eficacia.
Antes de comenzar a explicar mi visión de la crisis, creo conveniente aclarar que no voy a referirme en ningún momento a aquellas actividades financieras tales como operaciones en bolsa, fondos de inversión, etc., pues además de complicar más de lo conveniente esta visión mía, también requeriría conocimientos de economía de los que carezco. Así pues, lo siguiente es sencillamente el relato de quien ha tratado y trata de enterarse de lo que ocurre en este, cada vez más, proceloso mundo. Añado que los términos económicos que voy a utilizar, están alejados de todo tecnicismo, no solo debido a mi escaso conocimiento sobre ellos, sino también para que cualquiera pueda comprender lo que está sucediendo, valiéndome también para ello de algunos esquemas.
Básicamente, en este lío económico que tenemos montado – la afamada crisis – están presentes como actores destacados, las Administraciones Públicas «A», los Particulares «P», las Empresas «E» y las Instituciones financieras «F». En la Fig. 1 destaco a todos ellos, y también he incluido en ella parte de los ingresos de los que, cada uno se vale, para acometer alguna de las actividades referenciadas como gastos y que le son propias. Quede bien claro, que este listado de ingresos y gastos es parcial, pues solo cito algunos de los más significativos.
Fig. 1
Ciertas actividades incluidas en gastos, como pueden ser las infraestructuras, la compra de vivienda (ambos paradigmáticos en España, durante estos últimos años) o la creación y ampliación de empresas, suelen tener la peculiaridad de requerir, en el momento de producirse, el concurso de capital del que en ese momento no se dispone; cuando esto ocurre, tanto las administraciones «A», como los particulares «P», o las empresas «E», «F» o «EXT», recurren al crédito – en sus distintas denominaciones – de instituciones financieras, como trata de esquematizar la Fig. 2
Fig. 2
Ahora invito a recordar la ingente cantidad de infraestructuras que se realizaron a lo largo y ancho del territorio español, durante estos últimos años, donde no faltaron, autovías, autopistas, trenes de alta velocidad, expos, suntuosos polideportivos, metros, deslumbrantes edificios públicos, etc., todos ellos costeados con créditos concedidos por instituciones financieras. Para agravar más el gasto, algunas de ellas demostraron ser innecesarias y su ejecución fue, poco menos que, tirar dinero por el desegüe. Para ejemplo, los siguientes:
– El ruinoso tren de alta velocidad de la línea Toledo, Cuenca, Albacete, cuyo servicio fue suspendido por falta de viajeros.
– El aeropuerto de Ciudad Real, actualmente quebrado.
– La Expo Zragoza que, tras casi cuatro años despues de su clausura, casi nadie sabe para que sirven las costosas obras del Pabellón Puente o la Torre del Agua, entre otras.
– La autopista Madrid Toledo, practicamente considerada hoy como una ruina.
– Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo, más conocido como plan E, en el que se gastáron 55.000 millones de € y, cuyo balance final sirvió para poco más que incrementar el deficit y endeudamiento del Estado, sin que la ciudadanía notara proporcionalmente sus efectos. La foto inferior es una ejemplificación de esto.
(foto del Cartel del Plan E en la localidad soriana de Momblona. Tomada del Confidencial.com el 7-10-2010)
Al enorme gasto anterior, hay que sumar otro originado por la masiva cantidad de hipotecas que alegremente concedían las instituciones financieras para la adquisición de viviendas; tal llegó a ser el nivel de alegría que, en el año 2006, los inspectores del Banco de España enviaron un documento al vicepresidente Solbes señalando la peligrosa expansión del crédito inmobiliario y que el sistema financiero podría colapsarse debido a su imprudente endeudamiento, lo que constituía el primer serio aviso del estallido de la burbuja inmobiliaria. Naturalmente este informe, fue ignorado por el gobierno.
Además de este serio aviso, también comenzaron a producirse a nivel mundial, pero especialmente en EEUU, catástrofes financieras de gran ruido mediático, de las que solamente señalo algunas:
– 3 agosto 2007, el American Home Mortgage, décimo banco hipotecario de EEUU, declaró suspensión de pagos;
– 22 de febrero de 2008, el gobierno británico nacionalizó el banco Northern Rock, semanas después de rescatarlo con una inyección de liquidez de 32.000 millones de euros;
– 15 de septiembre 2008, el banco de inversiones Lehman Brothers, cuarto de EE.UU., se declara en quiebra;
– En diciembre de 2008 Bernard Lawrence «Bernie» Madoff, presidente de la firma de inversión que lleva su nombre y una de las más importantes en Wall Street, fue acusado de un fraude que alcanzó los 50.000 millones de dólares, lo que lo convirtió en el mayor fraude llevado a cabo por una sola persona.
El origen de tales catástrofes guarda una enorme relación con préstamos concedidos pero no devueltos, en gran parte hipotecarios y también con los «bodrios financieros» a los que antes me he referido, cuyo caso más paradigmático fue el de Madoff. Contado así, parece que ninguno de esos desastres financieros debería haber afectado a España, tratandose de instituciones extranjeras; pero, nada más lejos de la realidad, pues ahora entra en juego la ya mencionada globalización, pues, como también hemos visto antes, las entidades financieras, además de invertir su dinero en productos relacionados con «bodrios financieros», también se prestan dinero entre sí – sean o no extranjeras, «EXT» o «F» – creando una maraña tal que ni los más “sobresalientes” llegan a comprender su completo calado, como ya he mencionado antes. Con todo, creo que la mayor, pero no única, repercusión de las quiebras y rescates varios, fue la pérdida de confianza entre unas y otras instituciones financieras, cuya consecuencia inmediata fue el drástico recorte del crédito.
En cualquier caso, ninguna de esas malas noticias desanimaron al Presidente español, Sr. R. Zapatero, quien el dia 24 de septiembre 2008 dijo en Nueva York: “Tenemos un sector inmobiliario fuerte que ha sufrido un frenazo, y, sin embargo, no tenemos hipotecas subprime”; ni tampoco al Sr. Solbes – a la sazón, Vicepresidente Segundo del Gobierno y Ministro de Economía y Hacienda -, quien el día 17 de agosto 2007, dijo: “Los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense tendrán un impacto ‘relativamente pequeño’ en la economía española”.
Estas declaraciones y otras en esta misma línea, no invitaron a moderar la concesión de hipotecas, más bien todo lo contrario, de modo que estas alegrias unidas a los ya citados gastos en infraestructuras, condujeron a las intituciones financieras españolas «F» a endeudarse (a base de créditos) con otras extranjeras «EXT», más allá de lo prudente.
Está claro que el recorte del crédito, al que antes me he referido, llegó también a España – en contra de lo que decía el Gobierno del Sr. R. Zapatero – de modo tanto «EXT» como «F» comenzaron a recortarlo en base a las razones siguientes (probablemente alguna más):
– Por temor a no tener fondos suficientes para hacer frente a la devolución de créditos;
– por dudar de la capacidad de devolución de los créditos que podrían conceder, o;
– por ambas cosas.
Sin entrar en otras consideraciones, comienza así un encadenamiento diabólico de hechos, cuyo primer hito son los recortes de crédito que «EXT» y «F» realizan sobre «A», «P» y «E», que da lugar a las reacciones siguientes:
– «A» recorta, entre otras, las grandes inversiones, como pueden ser, muchas de las costosas infra estructuras.
– «P», reduce a mínimos la compra de viviendas (hipotecas), coches y gastos varios.
– «E» frena sus proyectos de expansión y debido a las reducciones de gasto de «A» y «P», también ralentiza su producción, a causa de una acumulación de stocks, reducción de servicios o de ambos, lo que provoca un exceso de plantilla, que trata de controlar prescindiendo de personal «P» que, a su vez, genera un inmediato aumento del paro.
A partir de aquí, comienza una peligrosa espiral en la que «P» – la parte más débil – ya en el paro, se ve imposibilitada para devolver los créditos a «F» o «EXT», fundamentalmente los más onerosos (hipotecas), lo que provoca el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y, a su vez, la quiebra de empresas «E» (caso de la inmobiliaria Martinsa-Fadesa que en el año 2008, presentó el concurso de acreedores voluntario de unos 7.000 millones de euros, que marcó un récord en la historia de España) que originan grandes pérdidas a «F» a causa de tener puestos en ellas grandes recursos en forma de créditos o de inversión. A «F» también se le produce otro “roto” como consecuencia de la enorme financiación realizada para costear las grandes obras acometidas por «A», que éstas devuelven tarde y mal a causa de la disminución en la recaudación de impuestos procedentes de «P» (por pérdida de salarios) y «E» (por pérdida de actividad o quiebras), por las razones antes explicadas. A esta situación – con no pocas connotaciones dramáticas – se une el hecho de que «F» también debe devolver los créditos a «EXT» y ¿cómo lo hace? pues en el mejor caso, ahorrando a base de recortar créditos (otra vez) e inversiones; en el menos malo, a fusionarse con otras entidades; en el malo recurriendo a su rescate por el Estado; en el muy malo, a ser intervenida por el Estado; y en el extremadamente malo, a la quiebra.
Como puede apreciarse en la Fig. 1, a los gastos en infraestructuras acometidos por «A», se suman también los originados por la monumental administración española – que encima duplica competencias, en algunos casos – formada por la administración central, 17 autonomías, 42 diputaciones provinciales, 3 diputaciones forales, 4 consell insulares, 7 cabildos insulares y unos 8.111 ayuntamientos, cuyos costes – contando solo sostenimiento y salarios – contribuyen a aumentar, aún más, el déficit (ingresos – gastos) causante, a su vez, de lo que casi a diario contemplamos estupefactos:
– El sobreprecio que paga España para financiarse en los mercados (prima de riesgo), debido a las dudas que inspira en ellos nuestra capacidad de devolución de nuestra deuda;
– Demora de los pagos a farmacias;
– Recortes en la enseñanza;
– Recortes de sueldos a funcionarios;
– Cierre de ambulatorios;
– Congelación sueldos a los jubilados;
– Recortes en la calidad sanitaria;
– Recorte de sueldos de gestores de empresas del estado;
– Etc.
Así pues, a nadie debería extrañar que una situación como la descrita, requiera la adopción de eficaces medidas correctoras pues, hasta las últimas, todas las tomadas han demostrado ser insuficientes e inadecuadas, como lo pone de manifiesto la enorme destrucción de empleo ocurrida estos últimos años. Al hilo de esto, debo decir que comprendo parte de la insistentemente explicada oposición de los sindicatos a las últimas reformas, pero tampoco quiero olvidar que ninguno de sus responsables ha explicado todavía cuales han sido en él pasado sus actuaciones en pro de la mejora del empleo; por cierto, a través de la TV he visto a muchos sindicalistas “luciendo pancarta” en las manifestaciones de hoy, pero no he entendido en absoluto lo que pintaban banderas republicanas tremolando en manos de algunos “compañeros” y, por si alguno lo ha olvidado, quiero decirle que, la republicana, no es la bandera constitucional. Por último reflexiono ¿Cómo saben los sindicatos que las medidas tomadas por este gobierno, son malas? Malas, como ya he dicho, han sido las anteriores y no protestaron por ello.
De lo dicho, cualquiera puede deducir que la crisis actual – seguramente también las pasadas – se parece a una bola de nieve que, cada vez, se hace más grande ¿hasta dónde va a llegar? Es algo que está por ver, pero no tengo la menor duda que el trabajo bien hecho y coordinado de «A», «P», «E» y «F», sin olvidar el de los sindicatos, será la garantía del éxito.